domingo, 17 de febrero de 2019

El debate ideológico y político, un tablero de Ajedrez. Verdad y Poder


El debate ideológico y político, un tablero de Ajedrez. Verdad y Poder

Por Juan Carlos Monedero

            Los debates y controversias ideológicas nunca son ideológicas. Quienes nos aproximamos a la filosofía, quienes nos animamos a filosofar, sabemos de la mano de Santo Tomás de Aquino que la razón nunca actúa sola, que los sentidos, las pasiones, los impulsos e inclusos los instintos no son autónomos, y que todo en el hombre es “humano”. Esto quiere decir, ni más ni menos, que el mismo aprendizaje -que tiene su centro en la inteligencia, que es inmaterial- es un suceso emocional. Aprendemos más fácilmente cuando tenemos la disposición emocional de aprender (todos recordamos a esas señoritas encantadoras de la Primaria que nos hacían sentir como coches de Fórmula Uno). Los debates y controversias también participan de este carácter humano: no son dos fríos intelectos los que discuten ni son dos puras animalidades las que entran en pugna. Son dos hombres, con su inteligencia, su razón pero también sus emociones, sus pasiones y hasta sus miedos.
            Como en el Ajedrez.



            En el juego-ciencia, la práctica, la habilidad, la inteligencia aplicada, el manejo de las estrategias es determinante. Pero no es lo único. Porque uno juega al Ajedrez y ahí refleja quién es; primero por el Ajedrez mismo, pero también porque en todos los juegos de alguna manera nos revelamos. En los juegos nos mostramos como somos, y es quizás el Ajedrez uno de los que nos permita entender mejor la compleja realidad social y política en nuestro país. Porque la Argentina está atravesada por varios discursos, por complejas ideologías y por robustas doctrinas. Todas ellas tienen un elemento teórico, sincero o no, realista o no, pero al ser encarnadas por personas de carne y hueso, cada uno de ellos le imprime a estas ideas la marca especial de su propia individualidad. Al igual que cuando movemos los peones. De la misma manera que cuando adelantamos un alfil blanco para amenazar el campo de las negras. ¡Cuántas veces, envalentonados por una buena jugada, nos confiamos, nos desbocamos en el ataque y terminamos perdiendo una buena posición o fichas clave! Como dice mi santa madre, menos es más.
            También pasa lo mismo en la política y en las controversias ideológicas. No son robots los que discuten, los que tejen alianzas partidarias, los que se asocian para lograr sus propios fines. Son personas, somos personas que al tomar una decisión involucramos elementos tanto conscientes como ocultos. Como dice Jürgen Klaric, especialista mundial en ventas, la acción de vender debe apuntar a cubrir -para ser eficaz- “la necesidad antropológica inconsciente” de una persona. ¿Y no es verdad que nosotros “compramos” una idea, una ideología, un discurso?
            Hasta aquí, creo que todos podemos estar de acuerdo en el 100% de lo anterior. Pero trascendamos el plano psicológico. Porque la salud de la persona no se define por la alineación de sus actos con sus ideas, lo cual es condición necesaria pero no suficiente. Porque esas ideas deben estar alineadas con la verdad de las cosas, con la veritas rerum, como dice la tradición filosófica realista. Porque digamos algo con todas las letras, aunque pueda sonar antipático para los oídos píos de cierta gente. Antonio Machado podrá ser muy eufónico con su “Caminante, no hay camino”, podemos sentirnos gigantes escuchando a Serrat interpretando estos versos, pero estos versos no nos inspiran a ser mejores. Si se sabe ver, nos transmiten desesperación, indiferencia doctrinal; nos transmiten un espíritu resabiado de relativismo, con dosis calculadas de escepticismo. Porque si no hay un camino mejor que otro, un camino preferible a otro, un camino objetivamente bueno, no hay verdad. Y estaríamos en el Reino de la Opinión donde las ideas y posiciones no valen en función de su correspondencia con la realidad sino en virtud del poder que me den. Pero eso, ¿no establece el despotismo más abyecto? Amparados en el puro ejercicio poder, sin norte ni brújulas éticas objetivas, ¿qué lugar queda para la Justicia?
            ¿Dónde está más protegido el débil? ¿En la Ciudadela de la Verdad y la Justicia absolutas (así, con mayúscula) o en el Reinado de la Mayoría, donde predomina la Sacrosanta Cantidad?
            Una posición cómoda para los libros pero impracticable en la realidad: ¿o acaso aceptaríamos que nuestro jefe no nos pague nuestro sueldo? Si nuestro empleador se negase a hacerlo, seguramente le diríamos que debe abonar los honorarios de nuestro trabajo “porque es lo que corresponde”. Ahora bien, lo que corresponde es lo justo. ¿Y si nuestro jefe nos escupe en la cara la perversa filosofía de Machado, según la cual no hay justicia verdadera sino puntos de vista? ¿Qué le impide decirnos “Lo que corresponde está sujeto a cambios y pautas culturales, válidas para ciertas épocas y ciertos lugares de la humanidad, y casualmente mi empresa no es uno de ellos”? ¿Por qué debería pagarnos si la verdad no existe, si la justicia es una convención, si no hay “un camino” éticamente bueno?
            El debate sobre el aborto, impulsado por el oficialismo a principios del año pasado, es el escenario más descarnado de este Relativismo. El débil es el niño por nacer, el máximamente desprotegido, ni gritar puede. Los números deciden si es legal o no descuartizarlo: las cantidades. Las cifras. Diputados y senadores falibles por separado que, por arte de magia, se vuelven infalibles en conjunto, como agudamente señaló esa gran cabeza que fue Juan Donoso Cortés. Y los políticos, del otro lado, contando cuántos porotos les reditúa presentarse de tal o cual manera. Cristina Fernández de Kirchner “descubriendo” que estaba a favor del aborto; Juan Manuel Urtubey apostando al progresismo luego de varios años de administración conservadora; Sergio Massa tejiendo alianzas políticas donde las ideas, los conceptos, los principios se subordinan a la acumulación de capital político. Mauricio Macri habilitando -al mejor estilo Poncio Pilatos- debatir sobre si el bebé en el vientre materno puede ser asesinado (o no), luego de haber sostenido -durante el Congreso Eucarístico Nacional, en Tucumán, junio 2016- las siguientes palabras: “Defiendo la vida desde la concepción hasta la muerte”.
            La Verdad, la Justicia y el Poder parecen ir por caminos distintos. La pregunta es qué camino va a tomar usted, lector. ¿Se va a convertir en parte de la solución o en cómplice del problema?

jueves, 7 de febrero de 2019

El lenguaje pro-aborto y la agenda de género como el nuevo «Caballo de Troya»


El lenguaje pro-aborto y la agenda de género como el nuevo «Caballo de Troya»

Por Juan Carlos Monedero (h)

Según la literatura universal, cuando los griegos luchaban contra los troyanos en una guerra frontal y abierta, no podían vencerlos. Esta forma de guerrear no les daba los resultados deseados; no podían tomar Troya, por lo que apelaron a otro tipo de estratagema: construyeron un enorme caballo de madera e introdujeron a varios soldados dentro de él. Dejaron la estructura cerca de la ciudad de sus adversarios y se dedicaron a esperar. En el flanco izquierdo del «caballo» estaba grabada una frase en homenaje a la diosa Atena, lo que despistó a los troyanos, al punto que ellos mismos terminaron introduciéndolo a su propia fortaleza. Los soldados griegos escondidos salieron por la noche, abrieron desde dentro la puerta a sus compañeros que afuera los esperaban y así obtuvieron la victoria sobre sus enemigos.



Sin lugar a dudas estamos ante una situación muy semejante en la actualidad, por lo menos en lo que respecta a la comunicación –y especialmente la comunicación política– en la Argentina. Los ideólogos y militantes por el aborto legal (a decir verdad, ni es seguro ni es gratuito) son incapaces de lograr la legitimación social de esta práctica si vienen de frente. No pueden mostrar una ecografía y decirnos que no estamos viendo un bebé. No pueden decir la palabra “hijo” o “niño” –léase las propias recomendaciones de CASA FUSA para la cobertura periodística sobre el aborto[1]–, no pueden confesar abiertamente sus vínculos con los poderosos organismos internacionales que les dispensan toneladas de dólares. No pueden mostrar en primer plano cómo se realiza un aborto –cosa que pasó en el Senado el año pasado, para escándalo de los presentes– porque tales imágenes generan tal terror que el tiro les terminaría saliendo “por la culata”. No pueden decir ni una palabra sobre el uso de los órganos de los bebés abortados en el proyecto de ley porque ahí aparece la sigla I.P.P.F. y todo el mundo pierde la cabeza.
Así las cosas, iniciando este 2019, parece ser que los griegos no pueden derrotar a los troyanos sin recurrir a las artes del engaño y la simulación; por eso los pañuelos verdes prefieren decir “interrupción” en vez de destrucción del embarazo. Por eso prefieren llamar “producto de la concepción” a la persona por nacer. Por eso mienten con las cifras de cantidad de abortos por año (el mismo Rubinstein pasó de medio millón a 400.000, para terminar diciendo 47 mil, ¿no eran sostenibles los 500.000 por año?). Por eso llaman “práctica médica” al abuso de la medicina. ¿Nos damos cuenta de que la comunicación social y política está atravesada por estas palabras-talismán?
La defensa de la familia no es otra cosa que la defensa de la Argentina, y para llevarla a cabo lúcida y eficazmente debemos estar con los ojos bien abiertos. No podemos dejar que nos contrabandeen criminales legitimaciones bajo el ropaje de estas palabras.
Por el mismo motivo, tampoco podemos ver como fenómenos separados la promoción del aborto y la agenda de género. Son parte de la misma maniobra. Porque la agenda de género no procura el respeto por las personas homosexuales: eso es la pantalla. Quienes están detrás de esta agenda aspiran a trastocar el sentido común de los argentinos a través de maniobras periodísticas y políticas, cuyo centro es el manejo de la palabra, la imagen y la provocación de conflictos. Porque la agenda de género no busca otra cosa que instalar y volver aceptable la famosa ideología de género.
La familia, los instintos y tendencias naturales –como la maternidad y la paternidad–, la voluntad de los padres de sacrificarse por sus hijos, son los adversarios de estos militantes de la muerte. Por eso reaccionaron enérgicamente contra el editorial del diario La Nación de este 1° de febrero[2], que resaltaba a esas adolescentes que –contra la opinión de sus propias madres– llevaban adelante sus embarazos. El establishment no perdonó y –desde UNICEF hasta Amnistía Internacional, pasando por la Asesora General de la ciudad de Buenos Aires– realizaron su inapelable condena social. No le perdonan que recuerde que esas madres siquiera existen, que hay chicas de 14 años que no abortan; no quieren reconocer –como dice el editorial– que la actitud de aquellas valientes chicas “despedaza el pañuelo verde”.
En los últimos meses, los esfuerzos comunicacionales de quienes promueven el pseudoderecho al aborto están concentrados en la palabra “vida”. Se dieron cuenta un poco tarde que si quienes se oponen a este crimen se autodenominan “provida”, por consecuencia lógica quienes propicien la práctica serán relacionados con la muerte. No lo pueden permitir. Por eso, esta batalla por la vida de los indefensos es inseparable de una controversia comunicacional, periodística, lingüística. Y la arena de combate, la mente, el alma, nuestra voluntad. Que no nos metan el Caballo de Troya a través de las palabras.



[1] Cfr. http://grupofusa.org/abortoyperiodismo/ Agradecemos al boletín NOTIVIDA, quien hizo circular esta información, de quien la hemos recogido.
[2] Cfr. https://www.lanacion.com.ar/2216199-ninas-madres-con-mayusculas

martes, 5 de febrero de 2019

Así en el cielo como en la tierra - Narración de Federico Bär (Dick)


ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA

Narración de Federico Bär (Dick)

      En el Salón de Juegos, toda la atención está centrada en las filas de casilleros claros y oscuros que integran un tablero hecho de madera, con bordes anchos. Sobre él se encuentran dispuestas sobre un lado, ocho figuras blancas de nácar irisado con incrustaciones de piedras. Del lado opuesto, hay igual número de objetos de formas idénticas, pero de mármol negro y sin adornos. Las piezas que intervendrán en este Juego son, una por una, obras artesanales esculpidas en materiales nobles.



      Detrás de una fila de Peones Blancos, el Rey y su Dama conversan con los Alfiles mientras, bajo la mirada vigilante de las Torres, los Caballos esperan impacientemente ser montados. Cristián Rodaerc comprueba que todo está en orden, y levanta la vista. El conductor de las piezas negras, Narciso Otsircitna, confirma con un movimiento de cabeza que está preparado. Rodaerc avanza su Peón Rey.

      En la clínica, la mira de todos está en la sala de partos. Se abre la puerta y se oye el grito triunfal con el que un bebé anuncia su llegada.

      Las respuestas de Otsircitna a las cuatro jugadas siguientes reflejan estrategias similares; no hay innovaciones. Los grandes espejos que rodean la sala, acentúan la simetría de las posiciones.

      Abre los ojos, pero aún no puede ver el espejo frente a su cuna. Más tarde, aprende a gatear, a caminar, a jugar. Lo llevan a la guardería; crece, a los seis años va a la escuela.

      En la octava movida, el Caballo Rey Negro da un brinco, como sólo pueden hacerlo los potros. Las blancas quedan en una situación comprometida.

      La víspera de su octavo cumpleaños pasea en un caballo muy manso que, sin embargo, inexplicablemente se desboca. Antes de caer, el niño tiene una nítida imagen del desenfrenado galope.

      Rodaerc responde al imprevisto movimiento con una orden inesperada, audaz. Un Alfil Blanco, débilmente protegido por la Dama, aprovecha su veloz desplazamiento por toda la diagonal para obligar a un corcel Negro a entregarse.

      Al quedar un pie enganchado en el estribo por un instante, el golpe es providencialmente amortiguado. Con sólo algunas lastimaduras, el pequeño jinete se levanta y anda.

      Los dos ejércitos sobre el tablero reagrupan sus huestes, reina la tranquilidad de una tregua. Pero luego de una sucesión de varias jugadas sin violencia, Otsircitna despliega sus fuerzas y dirige una ofensiva por el flanco izquierdo. El Rey se pone blanco.

La vida del niño transcurre sin sobresaltos. La escuela y los deportes reclaman su atención. Una noche, al regresar a su casa, cruza una avenida cuando un vehículo sin luces se acerca a gran velocidad.

      El auditorio contiene la respiración: esa amenaza al Rey Blanco puede significar el fin del duelo.

      El conductor frena tarde, y el niño es atropellado. Su cabeza golpea contra un espejo retrovisor exterior.

      Rodaerc apela a todos sus recursos, y cuando el tiempo reglamentario está a punto de expirar, revierte la situación. Sus Torres encierran a la Dama, la Negra más poderosa y a la vez la más vulnerable, de las piezas adversarias.

      En el sanatorio, la recuperación es lenta. En el espejo que está colgado frente a su cama, el niño se ve a sí mismo, observando el tablero y los jugadores en el Salón de Juegos. Con un gran esfuerzo, se despierta del sueño casi eterno.

      Visiblemente aliviado, Rodaerc se reclina en el sillón y enciende una pipa. Sabe que de ahora en adelante no habrá peligro.

      En la actualidad, la partida se está desarrollando sin sobresaltos. A juicio de los analistas, la posición es favorable a Cristián Rodaerc, Creador de este, el más Humano de todos los Juegos.

* * *


      (Publicado en el Primer Anuario de Cuentos de la Editorial Argenta Sarlep S.A., Buenos Aires, en mayo de 1987)

viernes, 1 de febrero de 2019

Mitos y verdades en torno al debate del aborto – La resolución inexistente


Mitos y verdades en torno al debate del aborto

La resolución inexistente

Por Juan Carlos Monedero (h)

Publicado el 31 de enero de 2019 en Diario Nox Salta

         Si hubo una cuestión que se discutió acalorada y permanentemente el pasado 2018, sin dudas fue el aborto. A lo largo y a lo ancho de este debate desigual –el apoyo de por lo menos ¾ de los titulares de los medios de comunicación al proyecto de legalización no permite engañarse– los argentinos escuchamos, entre atónitos e indignados, los más variados enunciados: que el feto no es persona, que la madre está esclavizada por su embrión, que las mujeres pobres también tienen “derecho” a matar a sus hijos sin correr riesgos, y un sinnúmero de recursos pretendidamente argumentativos. Pero los hechos son tozudos y la realidad no desaparece simplemente tapándose los ojos. Y así, casos como el de Concordia (Entre Ríos) y el reciente en Jujuy, ponen al desnudo la trama: en el altar de lo políticamente correcto, argentinos indefensos están siendo sacrificados.
         En este contexto dramático, hay un mito particular sobre el cual deseamos hundir el bisturí. Nos referimos a la supuesta existencia de una resolución, emanada por el Ministerio de Salud de la Nación en el año 2010, que daría vía libre a la práctica del aborto no punible en los hospitales. Se cree que Juan Luis Manzur activó en julio de ese año la Guía Técnica para la Atención Integral de los Abortos no punibles, cuando ejercía el cargo de Ministro de Salud, designado por el kirchnerismo.
Lo cierto es que, a pesar de haberse realizado todos los pasos administrativos previos,  la guía no tiene resolución ministerial. La resolución 1184/2010 –sobre la cual innumerables periodistas y militantes abortistas escriben y pronuncian latosos discursos– no existe. No está en el boletín oficial.



         Esto ya había sido dicho por el propio Manzur el 21 de julio del 2010, 24 hs. después de que el protocolo para matar inocentes fuese colgado en la página de la cartera del Ministerio de Salud. La portada, informó Página/12, rezaba: “Los procedimientos previstos por esta Guía son de aplicación establecida por Resolución Ministerial N° 1184 del 12 de julio de 2010”[1]. Pero el entonces ministro sostuvo que tal resolución no existía, generando la cólera de los elementos abortistas. Y el 31 de julio de ese mismo año, Página/12 visibilizó otro reclamo de las verdes, que exigían la firma de la resolución por parte del ministro a fin de obtener ese aval político por el que tanto suspiran.
Hasta tal punto subsiste el equívoco en gran parte de la opinión pública –tanto celeste como verde– que la misma ley 4796 de la provincia de Río Negro adhiere a esta guía alegando en su art. 3 la vigencia de una resolución que nunca existió. Ahora bien, la ciudad de Cipolletti está en Río Negro. ¿Se puede creer que es la misma provincia donde el médico Leandro Rodríguez Lastra está siendo procesado por no haber ejecutado a un bebé mediante un aborto?
Sin lugar a dudas –y desgraciadamente para los inocentes que no pueden defenderse– este debate seguirá por algún tiempo en la opinión pública. Es de desear que la ideología ceda el paso a la evidencia científica, y que la justicia y el bien común no quede supeditada a los intereses personales.


[1] https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-150463-2010-07-31.html

viernes, 4 de enero de 2019

Educación, aprendizaje y aburrimiento - Por Juan Carlos Monedero (h)


Educación, aprendizaje y aburrimiento
¿Cómo evitar que los niños se aburran en la escuela?

El subtítulo de este artículo es un gancho, un anzuelo, porque deliberadamente plantea cómo evitar que los niños se aburran… cuando lo decisivo es entender por qué lo hacen.
Hace un tiempo, una educadora dijo “No existe el trastorno por déficit de atención, sólo niños aburridos”[1]. El niño se aburre por el mismo mecanismo, el mismo motivo, que el adulto. Se aburre cuando está sub-utilizado.
Como todas las actividades, el ser humano necesita realizarlas dentro de un abanico que va desde la sub-utilización hasta la sobre-utilización. Cuando realizamos una actividad muy por debajo de nuestras posibilidades, nos sentimos mental y físicamente infravalorados. Si ponemos a una persona normal a que haga picar en el suelo una pelota de básquet durante 2 minutos, como parte de una entrada en calor, y luego combinamos este ejercicio con otros, es una cosa. Si en cambio lo dejamos picando la pelota durante media hora, se morirá de aburrimiento y comenzará a odiar lo que está haciendo y por supuesto a sí mismo (si no abandona la actividad con desprecio mucho antes). Los entrenadores saben que tienen que incrementar la dificultad para mantener activa la atención, y entonces cambian de ejercicio o procuran que –por ejemplo– se arroje la pelota con cada vez más potencia, de modo de elevar el gasto de esfuerzo. Lo que sea, pero la monotonía tiene que tener un límite.
El mismo principio se aplica al campo del estudio y el conocimiento.



Muchos niños inteligentes, o al menos mejor preparados que sus compañeros, se aburren de manera trágica en las clases. Y uno de los motivos, no el único ciertamente, es que los contenidos no les son desafiantes ni estimulantes. Pero evitemos ante todo la demagogia muchachista: no queremos decir –como parecen insinuar un sinfín de “especialistas” en la educación– que el docente debe ponerse una nariz colorada y hacer el payaso, perdiendo el rabo por mantener los ojos de los chicos sobre sí. Lo que tiene que hacer el docente, muy por el contrario, es brindar un contenido más dificultoso para el intelecto, un objeto suficientemente provocativo para la inteligencia de aquellos niños que –por el motivo que sean– la han desarrollado más.
El problema es que, como una manta corta, al taparnos el pecho nos destapamos los pies. Y el docente, al brindar contenidos más complejos, quizás atraiga la atención de los alumnos más aventajados. Pero será entonces la otra porción de niños, la que no ha desarrollado por el momento tanta capacidad, la que quede rezagada. Y tendremos el problema inverso: sobreactividad. ¿Qué hormona se genera cuando nos situamos ante un desafío que supera las habilidades que sentimos que poseemos? Cortisol. O sea, generamos stressEs decir, tendríamos a niños frente a un desafío que está por debajo de las propias habilidades que perciben tener, aunque efectivamente -y luego de una adecuada instrucción- puedan ellos llegar a superarlo.
Como docente, nuestro objetivo es calibrar el contenido para mantener a nuestros alumnos en cierto punto, equidistante tanto al stress como al aburrimiento. Los padres deben estar muy interesados en capacitar a sus hijos para que estos no se conviertan en lastres que demoren el aprendizaje de los demás. Asimismo, la experiencia atestigua que la mala conducta de algunos alumnos encuentra su explicación psicológica –no su justificación moral– en el aburrimiento.


[1] https://www.abc.es/familia-educacion/20131029/abci-maria-acaso-reduvolution-201310281621.html

viernes, 28 de diciembre de 2018

Diócesis de La Plata: grilletes al culto y a la piedad de los católicos - Por Juan Carlos Monedero (h)


Diócesis de La Plata: grilletes al culto y a la piedad de los católicos - Vulneración del Novus Ordo y limitación de la Misa Tridentina

Por Juan Carlos Monedero (h)

       El 17 de diciembre del 2018, el Arzobispo de La Plata, Mons. Víctor Manuel Fernández, promulgó un decreto donde abroga “toda norma arquidiocesana anterior referida a las celebraciones litúrgicas en general”.
      Una semana después, ya allanado el camino, otro decreto –nada menos que el 24 de diciembre, Nochebuena– ordenaba entre otras cosas que los Sacramentos se celebren “en lengua vernácula” (en la diócesis de La Plata, algunos sacerdotes los celebraban en latín).
       Asimismo, el Arzobispo dispone que la Misa se celebre “en su forma ordinaria” –o sea, no según la Forma Extraordinaria, pautada por Benedicto XVI en el Sumorum Pontificum (2007)– y, respecto del Novus Ordo, se manda que sea celebrado “en lengua vernácula” (no en latín) y “cara al pueblo” (en vez de cara a Dios).

Estas dos prescripciones develan el espíritu del decreto. En efecto, el latín es la lengua universal de la Iglesia, lengua que nos pone en contacto directo con la historia y la tradición de la Iglesia Católica. El latín era el idioma culto en Occidente hasta entrado el siglo XVII y fue el idioma litúrgico en Occidente a lo largo de toda la historia de la iglesia. El latín proviene de la Antigua Roma, sede de los Papas. Que sea una lengua muerta también es conveniente para la adecuada transmisión, sin alteraciones, de los contenidos de la fe: mientras que el resto de los idiomas se transforman –por lo que el sentido de las palabras, inevitablemente, va mutando–, en las lenguas muertas el significado de los términos se mantiene sin modificación. Por otro lado, es indiscutible para los latinistas que la sintaxis latina –al igual que la griega– está dotada de mayor precisión; la rigurosa lógica atraviesa la sintaxis grecolatina, y esto es bueno para el contenido teorético de la fe católica. En definitiva, lo católico es lo universal y el uso del latín unificaría a los fieles de distintas lenguas en una única y armoniosa alabanza a Dios.
Respecto de la Misa celebrada coram Deo (de cara a Dios), escribió, entre muchos otros, el Padre José María Iraburu que “El altar de cara el pueblo, sin embargo, en el lenguaje no verbal de los signos, parece acentuar en la Eucaristía su verdadera y tradicional condición de Cena (…) pero atenúa su carácter de Sacrificio”[1]. Y continúa Iraburu: “la tradición más que milenaria de la Iglesia, sabiendo que el sentido sacrificial es el más importante de la Misa, al celebrar la Eucaristía ha significado más el altar del sacrificio, que el de mesa del sagrado convite”.
El conocido Klaus Gamber, liturgista alemán, sostiene que “Jamás ha habido ni en la Iglesia de Oriente ni en la de Occidente celebraciones versus populum (cara al pueblo), sino que siempre todos se volvían hacia el oriente para rezar ad Dominum (hacia el Señor)”. De ahí que, en palabras del precitado Iraburu, “La celebración de la Eucaristía coram populo ha tenido y tiene graves consecuencias, algunas negativas”. Por supuesto que mucho antes que el Padre Iraburu ha habido otras voces en la Iglesia que han protestado y denunciado este cambio. En efecto, desde los inicios de la Reforma Litúrgica (1969), no se puede omitir las fundadas advertencias de los cardenales Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci ni tampoco las observaciones de Mons. Marcel Lefebvre. En efecto, la sustitución del coram Deo por el coram populum obedecía a la estrategia antropocentrista de los enemigos de la Iglesia: a través de una misa donde el celebrante mira permanentemente a la feligresía, se introducía un elemento que –aunque pueda atenuarse con otros elementos teocéntricos, presentes en la liturgia– no favorece la concentración de la mente (ni del sacerdote ni de la feligresía) en el Auténtico Centro: Cristo y su Misterio Pascual.



De a poco, Dios dejaría de ser el centro. Este tipo de medidas signadas por este espíritu, y muchas otras más, explican en parte las actuales distorsiones de la Liturgia Católica: los fieles ya no asisten a Misa para escuchar a Dios sino para enterarse de las últimas improvisaciones del sacerdote. Hay parroquias en las que ninguna misa se parece a la del domingo anterior. Se ejercita a los fieles en el cambio y el movimiento permanente a través de auténticas falsificaciones litúrgicas. Aún cuando las misas celebradas en la diócesis de La Plata contengan numerosos elementos teocéntricos que puedan atenuar el daño producido, es innegable que desde el punto de vista simbólico-histórico como desde el punto de vista espiritual se está afectando la dignidad del Misterio, por un lado, y la salud espiritual de los fieles, por otro.
Por otra parte, es bastante desconocido entre los fieles que el texto de lOrdenación General del Misal Romano –reglamento del Novus Ordo– describe una misa celebrada de cara a Dios, y no de cara al pueblo. Este desconocimiento se explica por el hecho de prácticamente ningún sacerdote la celebra así, pero el Misal así la describe. De ahí que el Padre Louis Bouyer –epilogando la obra de Klaus Gamber– sostenga que la misa “de cara al pueblo” está en contra no sólo de la totalidad de la tradición cristiana sino en contra ¡del mismo Nuevo Misal! (ver los puntos 124, 138, 146, 154, 157, 158, 185 del texto de la Ordenación General del Misal Romano).
Comenta además el Padre Iraburu que el P. Josef Jungmann S.J., especialista en liturgia, asegura que la afirmación “el altar de la iglesia primitiva suponía siempre que el sacerdote estaba vuelto al pueblo” es “una leyenda”. Por otra parte, desde siempre, en todas las religiones, las personas que ofrecen un sacrificio están vueltas hacia aquel a quien se destina el sacrificio y no quienes participan en la ceremonia.
Como si fuera poco, el decreto aspira a más. Su intencionalidad se deja ver también en la LIMITACIÓN de la Misa Tridentina, puesto que se disponen dos lugares para celebrarla cuando estaban autorizados tres.
De esta manera, se sustrae la Forma Extraordinaria a los fieles de la parroquia Santa Ana, donde se la venía celebrando desde hace por lo menos 4 años con plena autorización del entonces obispo Héctor Aguer. Esta limitación de uno de los baluartes de la fe católica, la Misa Tridentina, no puede pasar desapercibida. Esta limitación, por un lado, y la imposición de la lengua vernácula y de la orientación “coram populum” en el Novus Ordo, son decisiones del Arzobispo de La Plata que no pueden menos que resentir el espíritu de la liturgia y la educada sensibilidad litúrgica de los asistentes, prohibiendo lo que hasta ayer era costumbre piadosa, y restringiendo el alcance de un Rito consagrado a perpetuidad por el Papa San Pío V en el año 1570. 



[1] http://www.infocatolica.com/blog/reforma.php/1404060806-266-liturgia-2-misa-de-cara-a

domingo, 25 de noviembre de 2018

El método de Santo Tomás en la Suma Teológica - Por Juan Carlos Monedero (Lic. en Filosofía, UNSTA)


El método de Santo Tomás en la Suma Teológica

Introducción

Para explicar el método de Santo Tomás en su famosa obra, la Suma Teológica, necesitamos primero refrescar el concepto de teología. Asimismo, comprender para quiénes fue escrita y pensada la Suma.
La Summa Theologicae es una obra escrita en su casi totalidad por Santo Tomás de Aquino, entre 1265 y 1274, unos diez años, dirigida a los estudiantes iniciales de teología. El propósito de la misma era proveer de un saber teológico sistemático, ordenado, que sirviera de manual introductorio. Es decir, lo que para nosotros es una obra muy difícil y compleja fue –para los medievales– sólo el plato de entrada. Increíble, ¿no es así?
Vayamos a definir el vocablo teología. ¿Qué es la teología?



La teología es una ciencia que tiene por objeto a Dios. Aquello que se estudia en la teología es Dios, y la llamamos “ciencia” porque es un conocimiento por las causas. Seguramente les parecerá extraño a ustedes que llamemos “ciencia” a lo que es un saber sobre Dios, que al fin de cuentas no podemos ver. Usualmente, relacionamos el término “ciencia” a los laboratorios, los experimentos, las máquinas, la matemática, las sustancias químicas, los robots… Todas cosas que podemos palpar, ver, tocar. Al decir que la teología es ciencia lo decimos en un sentido distinto: lo decimos en el sentido de “conocimiento por las causas” dado que cuando conocemos algo en sus causas, lo conocemos científicamente. En este sentido la teología es ciencia, aunque no podamos ver, ni tocar ni medir ni comprobar en un laboratorio la existencia de Dios.
Por otro lado, este conocimiento de Dios al que podemos llegar en la teología tiene lugar gracias a lo que Dios mismo nos ha revelado. Es decir, la teología se nutre de Revelación Divina. Cuando estudiamos teológicamente a Dios, lo hacemos desde lo que Dios mismo nos reveló. Por eso, la teología es inseparable de la Biblia.
Dios, por tanto, y miren qué sorprendente, puede ser estudiado. Y podemos profundizar en Él tanto desde la filosofía –sin citar la Biblia– o desde la teología, invocando la Biblia y todo lo que Dios ha revelado (que incluye las Sagradas Escrituras, por supuesto, pero la desborda). El primer orden del conocimiento es natural, no milagroso, porque todo hombre –aún sin la fe– puede llegar a él: así, por ejemplo, observando el diseño del cosmos podemos inferir la existencia de un Diseñador. Observando la racionalidad que late en las entrañas mismas de los animales, los vegetales y minerales –en todo el ecosistema–, podemos inferir la fuente de esta misma racionalidad: una Razón Superior. Este conocimiento de Dios, accesible a todo ser humano, se llama conocimiento natural de Dios.
La teología, en cambio, es un conocimiento sobrenatural porque su fuente –la Revelación Divina– sería inaccesible para nosotros si Dios no la hubiese revelado. Es decir, la teología supone la fe. Por tanto, lo que el teólogo hace es profundizar con su propia razón humana los misterios de la Revelación Divina. Entender y razonar a partir del dato que le da la fe. La teología es teo y logos al mismo tiempo: teo = Dios, logos = razón. Es el punto armónico de encuentro entre el hombre y Dios. No es algo sólo para alumnos, también es necesario para el docente.
No se llega a la teología sin el ejercicio, por tanto, del intelecto (no sólo de la razón, no sólo de la argumentación). La inteligencia humana es racional, por supuesto (racional = llega a la verdad a través de un proceso, el razonamiento, un proceso estructurado en distintos pasos), pero también puede captar verdades de forma inmediata, intuitiva. La inteligencia humana es racional, por supuesto, pero también accede a la realidad por caminos distintos al raciocinio y la argumentación. Por ejemplo, por el camino de la poesía. La lírica. La música. La literatura. La imagen, la metáfora. La rima.
Cuando la inteligencia de la persona se desarrolla de este modo, el hombre está en las condiciones óptimas para aceptar el mensaje revelado y, así, hacer teología, que es otra manera de profundizar en la verdad. Por eso es que la teología es inseparable del hambre por la verdad que todos nosotros hemos experimentado ya desde la niñez y que –espero– sigamos experimentando todavía hoy.
Esta sed por la verdad se manifiesta, ya desde la infancia, cuando el niño despierta a la edad de “las preguntas”. A partir de los 3 años, ya hay niños que preguntan a sus padres cosas. Saben algo y quieren saber más. Están admirados por lo que van viendo, sus ojos no descansan, buscan siempre ver un mundo que es nuevo, animales, colores, plantas, movimientos, sonidos, todo los sorprende, los deleita y desafía. Están realmente admirados, con enérgicos deseos de entender y aprender. Con sus más y con sus menos, esta disposición espiritual –si no es perturbada por los pseudo docentes de educación sexual integral, por ejemplo– suele continuar toda la infancia llegando a la cumbre en la pre-adolescencia.
La pre-adolescencia es la etapa decisiva, porque en ella esta sed de verdad se encuentra en un momento único: la persona experimenta, por un lado, toda la candidez que le viene como consecuencia de la lógica falta de experiencia. Por otro, experimenta por primera vez el gran poder de su capacidad intelectual, que en esos años él mismo advierte como superior a lo vivido en su infancia. De ahí que sea tan importante llegar a una buena resolución de esta etapa de la vida. ¿Cuál es esa resolución? Vivir en la prioridad del logos. Que el pre-adolescente vea que la verdad, la justicia, el bien siguen siendo lo más importante –como lo fue en su infancia– y no que sus referentes (padres, docentes, familia) le decían una cosa cuando era chico pero que, ahora, le dicen otra. Es muy triste para ese pre-adolescente verse decepcionado por aquellos referentes.
Si la pre-adolescencia se resuelve mal, el adolescente será un escéptico. Un descreído de la nobleza, la justicia y el honor, y un mero practicando del poder y el interés. Si se resuelve bien, tendremos a un adolescente con convicciones morales fuertes, con principios íntegros, capaz de ser fiel, combatir, mantener su palabra. Es este segundo tipo de joven el que está en condiciones de entender la filosofía y, por tanto, la teología. ¿Quiénes somos nosotros? ¿Confiamos en la verdad, en ese mundo de justicia, ideal? ¿O nos cansamos de luchar “contra todos” en la soledad y, ahora, aceptamos vivir en la mentira, en la conveniencia?
Ahora sí estamos en condiciones de profundizar en el método de la Suma. Porque ahora entendemos lo importante que es la teología.
No hay teología sin amor, sin pasión por la Verdad.

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El esquema o estructura que constantemente se aprecia en la Suma es la presentación de un tema, en forma de afirmación (por ejemplo, Sobre cómo proceden las cosas desde el primer principio); luego, el tema se subdivide en varios artículos encabezados por preguntas. Así, por ejemplo, la cuestión 45 de la Primera Parte habla de esto. Y se plantean 8 artículos, algunos de cuyos títulos son:
Crear, ¿es o no es hacer algo de la nada?
–Dios, ¿puede o no puede crear algo?, etc.

Las preguntas siempre son disyuntivas: por sí o por no.
Cada uno de estos artículos comienza con argumentos contrarios a su propio título. Así, por ejemplo, el artículo plantea si crear es hacer algo de la nada, y Santo Tomás dirá “No, no es hacer algo de la nada porque…”. Y ofrecerá sus razones.
Siguiendo los ejemplos, en el segundo artículo se plantea si Dios puede crear; y nuevamente Santo Tomás presentará argumentos que respalden que no puede, desafiando así a nuestra mente.
A veces, sin embargo, esta forma de presentación nos descoloca como lectores. Por ejemplo, este artículo llamado Dios, ¿puede o no puede crear algo? parece que, evidentemente, exige una respuesta afirmativa. Y con énfasis: ¡por supuesto que sí! ¿No lo aprendimos en Catequesis?
En este caso, la respuesta final efectivamente es afirmativa. Sin embargo, lo interesante de la Suma es precisamente su método, respecto del cual veremos en detalle en esta conferencia. El “método” no es otra cosa que el camino por el cual se llega a algo. La palabra método, en efecto, significa camino a seguir. Designa el procedimiento, los pasos que debemos tomar para llegar algún lado.
Es precisamente en el método tomista donde radica el desafío: los argumentos que el Aquinate plantea por el no, por la negativa, tienen que ver con CÓMO SE ENTIENDE que Dios puede crear. Es decir, a la afirmación –sin dudas verdadera– “Dios puede crear”, Santo Tomás puede oponerle –con inteligencia y, diríamos, hasta con picardía– otra verdad, que a primera vista parece contradictoria. Otra cosa que también hace es oponerle directamente un error que –por cómo es presentado– parece verdad.
Cuando leamos estas objeciones, probablemente, nos quedemos cavilando un rato. Es bueno que nos demos un tiempo para intentar pensar por nosotros mismos la respuesta, antes de ir a las “Soluciones”.
Ante todo, no sabremos si estamos ante un argumento falso que parece verdadero o ante otro argumento verdadero que parece oponerse a la verdad inicial. Ahí está el juego, en razonar, en pensar, en intentar “encontrarle la vuelta” y descubrir toda la diversión que hay dentro de cada artículo, cuya unidad es una joya y un milagro.
Así, nuestra mente puede buscar –de forma espontánea– un camino para conciliar ambas cosas, y está bien, eso es lo correcto. Por eso la lectura de la Suma es un desafío; Santo Tomás nos desafía a pensar, a entender la fe movidos por la presión de otros argumentos.
Tenemos entonces que la estructura de la Suma es la siguiente:

·     *Título donde se plantea el tema
         * Artículo donde se desliza el interrogante, en forma disyuntiva

Pero aquí no termina la estructura. Dentro de cada artículo, como se dijo, Santo Tomás plantea objeciones que siempre comienza de la misma forma: “Parece que las cosas son de tal manera”. Y ofrece sus argumentos. La mayoría de las veces, invoca la autoridad de Aristóteles. En otras ocasiones, también a San Agustín e incluso reproduce frases textuales de la Biblia. En otros casos, se apoya en definiciones generales –de autor desconocido– sobre elementos o conceptos filosóficos. Por ejemplo, en la definición de acción, movimiento, cambio, etc. Y en otras circunstancias, propone argumentos falsos que parecen verdaderos.
Cabe insistir en este punto en que los argumentos presentados bajo ciertas autoridades –Biblia, San Agustín y Aristóteles– siempre son verdaderos. Si Santo Tomás los opone con otra verdad, es para que ejercitemos la mente y hagamos el esfuerzo de intentar ver cómo se concilian dos afirmaciones que, en principio y a vuelo de pájaro, parecen contradictorias.
Luego de presentar sus argumentos en contra, Santo Tomás termina con una frase cortante, seca y lapidaria. Suele decir: “Contra esto (es decir, contra estos argumentos), está lo siguiente…”, y ahí sostiene tal cosa. Y sentencia. En latín, a esta parte le decimos Sed contra.
A continuación, luego del Sed contra, el Aquinate desarrolla la explicación en detalle, con todos sus pormenores, del problema. Es el famoso respondo dicendum, también conocido como “el cuerpo del artículo” o simplemente respondo. Es la parte más sustanciosa del mismo.
En el respondo, Santo Tomás no ofrece una respuesta directa a las objeciones planteadas al principio. Va por otro camino. Resuelve el dilema partiendo de definiciones, razonando, distinguiendo sentidos de las palabras que –a primera vista– se nos ocultaban hasta llegar a establecer una respuesta al título del artículo. En el caso que tomamos como ejemplo, el santo establece al final que crear es, efectivamente, hacer algo de la nada y establece que Dios puede, efectivamente, crear algo. Y lo hace conciliando las objeciones con su tema. No siempre rechaza el valor de esas objeciones –salvo que se trate de argumentos erróneos– sino que descubre lo que tienen de verdadero, puntualizando sus límites.
Luego, Santo Tomás resuelve cada una de las objeciones planteadas. Una por una, por separado.
Por tanto, la estructura que refleja el método de Santo Tomás es la siguiente:

·         Título del tema
·         Artículo en forma de pregunta disyuntiva
·         Objeciones
·         Contra esto…
·         Respondo dicendum
·         Solución a las objeciones

Desarrollo
            Como dijimos al principio, esta estructura se mantiene en toda la Suma. Y también el método, esto es, el procedimiento por el cual Santo Tomás llega a la verdad.
            Veamos un ejemplo.
En la cuestión 3, el Aquinate hablará de la simplicidad de Dios. Y en el artículo 1, se pregunta si Dios es o no cuerpo. Espontáneamente, cualquiera de nosotros respondería negativamente. Sin embargo, Santo Tomás invoca la autoridad de la Biblia y reproduce las siguientes frases: Los ojos de Dios miran a los justos (Sal 33,16): La derecha de Dios hizo proezas (Sal 117,16). Tener ojos y poseer mano derecha es propio del ser corpóreo. “Por lo tanto –dirá Santo Tomás–, Dios es cuerpo”. Todas las objeciones de este artículo son de ese estilo: se reproducen partes de la Biblia donde se le atribuye a Dios partes corpóreas, una figura o un lugar.
Sin embargo –y para realmente estimular la mente al desafío de pensar la fe–, Santo Tomás nos vuelve a provocar en el Sed Contra, invocando la Escritura. Concretamente, el Evangelio de San Juan. Y ahí leemos: “Dios es Espíritu” (Jn. 4,24).
            Estudiemos la lógica de Santo Tomás.
Tomás opone una frase de la Escritura que habla de Dios como un ser corpóreo a otra frase de la misma Escritura que lo presenta como un ser incorpóreo. Pone frente a frente dos frases incompatibles –al menos en apariencia– sustentadas en la misma autoridad: la Biblia. ¿Y cómo saldrá de este callejón sin salida nuestro santo y maestro? ¿Está arrinconado? ¿Quedó atrapado en su propia trampa?
Notemos primero que para poder diseñar este ejercicio, debe conocerse previamente las partes de la Biblia que la integran.
Y recordarlas. De lo contrario, ¿cómo se las podrá poner una frente a otra?
Resolver este tipo de aparentes incoherencias           es más importante de lo que puede parecer a primera vista. Muchos se precipitaron en el ateísmo o perdieron su fe por no saber cómo solucionarlas.
            El camino que elige Santo Tomás para resolver el dilema es el uso el lenguaje. No hay contradicción en atribuirle, por escrito, caracteres corpóreos a Dios porque la Sagrada Escritura nos transmite lo espiritual y divino bajo imágenes corporales”. Es decir, transmite algo (lo espiritual y divino) de determinada forma (bajo imágenes corporales). ¿Por qué? No lo dice Tomás pero arriesgamos que se trata de una cuestión pedagógica: el hombre aprende a partir de las imágenes, de los ejemplos, de lo concreto –somos un cuerpo unido a un alma, un alma unida a un cuerpo– y nos es más fácil entender las cosas así. Además de que las imágenes, si son bellas, transmiten también placidez y serenidad, predisponiendo la mente a comprender mejor.
            Así, por ejemplo, en el libro de Job (11,8-9), se dice que Dios “es más alto que el cielo”. Y aunque la altura sea propia de los seres corpóreos, lo que aquí se quiere indicar es “la fuerza de su poder (el de Dios) sobre todo”, sobre todas las cosas. También se dice en la Escritura que Dios es “más profundo” que el infierno. Son profundos los mares, los abismos, lo sabemos. Estrictamente hablando, los espíritus no pueden ser “profundos” porque no tienen extensión. Pero la Biblia aquí quiere dar a entender –usando el término profundidad– la facultad que Dios tiene “de conocer lo oculto”. Por último, en la cita de Job reproducida por Santo Tomás, leemos que el autor sagrado dice de Dios lo siguiente: “Su medida tiene la longitud de la Tierra y la latitud del mar”. Nuevamente, el Aquinate explicará el porqué de este lenguaje, diciendo que “por la longitud” se pretende indicar “la duración de su existir”. El hombre antiguo ignoraba la longitud de la Tierra y, por tanto, la longitud de la Tierra era una buena manera de hacerle presente la duración infinita de Dios. Y termina el santo: “por la latitud” del mar, se indica el amor de Dios “a todo”.
            Pero Santo Tomás no cierra aquí la interpretación sino que invoca a otro autor –en este caso, Dionisio– que nos explicará cómo entender las palabras profundidad, longitud y latitud. Dice Dionisio que por la profundidad de Dios hay que entender lo inalcanzable de su esencia; por la longitud, el despliegue de su fuerza que todo lo penetra; por la latitud, su presencia en todas las cosas por cuanto todas las cosas existen bajo su protección.
            De esta manera, distinguiendo y precisando los sentidos de las palabras, el Aquinate logra reconocer (no introducir) armonía entre las afirmaciones de la Biblia.
Podemos concluir nosotros que Dios, en sentido propio, estricto, no tiene cuerpo. En sentido metafórico, valiéndonos del lenguaje para poder entender lo invisible mediante lo visible, repetimos con total tranquilidad y sin miedo alguno esos versículos que le atribuyen corporeidad a Dios.

Conclusión
            No fue, en absoluto, deseo de Santo Tomás sembrar duda alguna sobre el valor de la fe o de las Escrituras. Antes bien, su confianza imperturbable en que la Verdad Divina no podía contradecirse a sí misma –y que, por lo tanto, tenía que haber alguna manera de conciliar fragmentos de la Biblia, aparentemente incongruentes entre sí– lo llevaba con total libertad a formularse los más complejos y complicados argumentos. Confiaba tanto en la racionalidad del universo que exprimía su propia racionalidad al máximo, sabiendo que la primera nunca podría ser derribada por la segunda.
            Asimismo, y a fin de evitar malos entendidos, Santo Tomás no puede ser señalado como un vulgar “relativista”; esto es, un hombre que tenía la vana afición de discutirlo todo. A diferencia del relativista, él reconoce maestros de talla –Aristóteles, San Agustín, Dionisio, entre otros– sobre los cuales se apoyará. No critica por criticar, no pone la duda como comienzo de la filosofía. Como buen hombre de fe, la Escritura es su punto de partida inmodificable. Pero eso sí… ¡Santo Tomás quiere entenderla! Y quiere hacérnosla entender a nosotros.
            Sin dudas, la lectura de la Suma Teológica es exigente. Nos pondrá incómodos, nos revelará nuestras limitaciones. Precisamente por eso, nos hará crecer. Porque el alma sólo progresa con esfuerzos intensivos: leer algo que no representa ningún obstáculo no nos cambia demasiado. Por eso la Suma es una lectura para valientes, para personas que tengan el coraje de pensar la fe, buscar entenderla, saliendo de la comodidad. La fe busca el intelecto y, cuando maduramos, la fe es la cruz del intelecto (Crux intellectus, decía el Padre Castellani). Por lo mismo, una tarea que ejercitará nuestra humildad. Porque probablemente, la lectura de la Suma humille nuestro orgullo: nos creemos muy inteligentes, muy “piolas” y “vivos”, pero toda sensación quedará hecha trizas cuando nos coloquemos ante la profundidad, la magnitud y la penetración del santo intelecto de Tomás de Aquino.
            La Suma será, probablemente, compleja para nosotros. Pero muy nutritiva: media hora de lectura de la Suma será más provecha que muchos otros libros y publicaciones, donde lo que brilla por su ausencia es todo tipo de método.
            Como enseña habitualmente la profesora Alejandra Monroig, la Suma Teológica requiere de nosotros la conversión de pensamiento: estamos atados a un modo de razonar erróneo. Somos perezosos y no queremos salir de ese estado. Algunos razonamos mal, y otros ni siquiera estamos acostumbrados a dar argumentos. Como si no nos importara.
            Cuando algo no nos gusta, muchos preguntan con arrogancia ¿Y por qué? ¿Por qué yo tengo que hacer esto, o no hacer aquello? Ahora bien, pedimos a los demás razones de lo suyo. ¿Podríamos dar razones de lo nuestro? Por eso, acercarse a la Suma Teológica requiere reconocer que –muchas veces y por lo general– estamos muy lejos de poder sostener racionalmente lo que afirmamos.
            Que aproximarnos a esta obra sea para nosotros un momento clave en nuestra formación. No sólo para los alumnos sino también para los docentes. Muchas gracias.