domingo, 19 de marzo de 2017

Dimensión sensitiva de la persona y (un poco de) Neurociencias

Dimensión sensitiva de la persona y (un poco de) Neurociencias


             Tomando prestado un término de otro contexto, esta dimensión es la primera que se advierte desde los primeros momentos de la vida de un niño, como se aprecia en las ecografías que las mujeres se practican: mientras que las características físicas se encuentran a flor de piel, la inteligencia del infante parece estar en un estado como de somnolencia. Con el despertar de la razón en torno a los 6 y 7 años, muchos admiten de forma inexcusable la aparición de la inteligencia humana. Sin embargo, un análisis más fino de este asunto revela que la sensibilidad –en ninguna etapa de la vida– tiene lugar sin conexión con el intelecto. Al contrario: ella está como transfigurada por la inteligencia, de forma tal que con el paso del tiempo el espíritu puede participar e influir de manera cada vez mayor en las potencias inferiores. Educar es, precisamente, fomentar, acompañar y propiciar una mayor presencia del alma en lo sensible, bañándolo con su luz.
             La persona humana debe su dimensión sensitiva al cuerpo. Un cuerpo que está unido a su alma de manera substancial: no tiene lugar una yuxtaposición, como si se tratase de sustancias individuales distintas, sino única substancia. Si profundizamos este análisis, descubrimos dos co-principios en el hombre, esto es, en nosotros mismos: la materia prima y la forma sustancial. Ambos –MP y FS– no son “cosas” sino realidades que hacen posibles las cosas[1]. La materia prima como potencia, la forma sustancial como acto.
El carácter “potencial” de la materia se verifica, por ejemplo, en el conocimiento que las personas tenemos del mundo. En efecto, en virtud de los cinco sentidos externos, el ser humano se pone en contacto con la realidad. Entre ellos, siguiendo el aserto de Aristóteles, destacamos el oído: “El logos entra por el oído”. De hecho, el primer órgano que el niño desarrolla –ya desde el seno materno– es precisamente el oído: los latidos del corazón y el fluir de la sangre de la propia madre son como los acordes de esa primera “composición musical” que perciben los infantes. Hay estudios científicos que revelan cómo toda música placentera para los padres estimula a su vez el cerebro del bebé, facilitándole adquirir el lenguaje más adelante[2]. Esto explica que la sordera, cuando tiene lugar en edades muy tempranas, constituya un serio obstáculo para desarrollar el habla. Las cosas reales nos “determinan”, nos hacen pasar de la potencia al acto por medio de esa suerte de ventanas que son los sentidos externos.
             Sin embargo, en este primer nivel de captación, aún estamos “lejos” de un conocimiento universal, válido y posible de aplicar a muchas objetos. De ahí la mediación de otros sentidos, los sentidos internos. Gracias a ellos, lo recibido –en ese primer contacto con la realidad– comienza a “perder” las condiciones particulares e individuantes, impedimento para revelar su universalidad. Hay, es verdad, una real mediación de la sensibilidad y de las potencias humanas; hay un “camino”, un “recorrido” entre las primeras percepciones sensibles, particulares, y la “expresión” del verbo o concepto mental, cuya validez es universal.
Ahora bien, esta progresiva ‘desmaterialización’ de las primeras e iniciales percepciones no ocurre por la sola virtud de las mismas. Lo sensible –por sí mismo– no tiene la capacidad de llegar a lo espiritual (al igual que la pluma no puede, por sí sola y sin estar sujeta por una mano, escribir una canción o una poesía). Se arriba a lo espiritual en virtud del entendimiento humano: lo sensible –bajo la luz del llamado intelecto agente– es abstraído y despojado finalmente de sus condiciones materiales individuantes. Luego, el intelecto ‘paciente’ será “fecundado” por este fruto y, así, estará en condiciones de formular el concepto, que es como “el hijo” o “vástago” de la inteligencia. Concepto por el cual –y no “en el cual”– el hombre conoce la realidad.
             La mediación entre las percepciones sensibles y el concepto podría llevarnos a pensar en una suerte de hiato. Se podría objetar que, si se dan escalonadamente estos pasos, el hombre entonces no conoce la verdad sino únicamente un pensamiento generado por él mismo. Mons. Derisi –desde las páginas de su Doctrina de la inteligencia: de Aristóteles a Santo Tomás– sale al paso de esta objeción. En efecto, Derisi reconoce una mediación psicológica: hay un tránsito entre la materialidad y el concepto. Sin embargo, distingue entre lo gnoseológicamente inmediato (salvando la veracidad de nuestros conceptos) y el carácter indirecto del conocimiento humano (en tanto extrae de los sentidos la verdad de las cosas). De esta manera, nada impide que nuestro conocimiento sea inmediato y, a la vez, indirecto. Es justamente en este cosmos semántico que no sólo es legítimo sino necesario incorporar todos los descubrimientos de la Neurociencia: la luz que esplende de estos principios aristotélico–tomistas hace posible que cada uno de estos avances científicos ocupe sobriamente su lugar, iluminando así una faceta más de ese misterio al que llamamos hombre, nosotros mismos.

Juan Carlos Monedero (h)





[1] Es evidente que los principios de las cosas no pueden, a su vez, ser cosas. De lo contrario, nuestra explicación quedaría viciada en su raíz, pretendiendo explicar una cosa por ella misma.
[2] http://www.lanacion.com.ar/671610-escuchar-musica-ayuda-a-que-los-bebes-aprendan-mejor-a-hablar

domingo, 5 de marzo de 2017

El paro docente, Baradel y el gobierno - Colaboración de Sebastián Miranda

El paro docente, Baradel y el gobierno

Por Sebastián Miranda

Hace 23 años que soy docente, estoy fuera de casa 11 horas diarias para poder vivir dignamente, me pagué mis estudios terciarios y universitarios con mi trabajo, nunca hice un paro y Baradel no me representa.
No me representa el privar a los chicos de un día de escuela, que es un derecho, no me representa el docente que considera a su actividad un simple trabajo y no una vocación, no me representan los programas sin valores, teñidos del más recalcitrante izquierdismo y de la más manifiesta inmoralidad contrarias al orden natural y a nuestras tradiciones.
No me representa el docente que falta continuamente a clase aprovechándose de un estatuto que da lugar a cualquier cosa, no me representa el docente que no quiera capacitarse, el que abusa de las licencias, el que no exige a sus alumnos, el que no los respeta. No me representan los que permitieron el ingreso de La Cámpora a las escuelas.
Pero tampoco me representa un gobierno que exige cada vez más a los docentes, que quiere profesionales como en Finlandia pero pagándoles sueldos como si fueran mano de obra barata, que habla del trabajo en negro pero que no elimina un sinfín de sumas no remunerativas que son un robo.
No me representan los que no pagan las innumerables horas extras que dedicamos a la planificación, elaboración de guías y correcciones. No me representan los que no dan importancia a este tiempo que sacamos a nuestras familias y esparcimiento.
No me representan quienes exigen al docente que sea autoridad, psicólogo, asistente social y que cumpla las funciones que la sociedad, las familias y el Estado abandonaron.
No me representa un gobierno que aumenta los impuestos un 40% (ABL, patentes), que aumenta los servicios un 200%, la nafta (aunque la empresa sea estatal) continuamente, que pide solidaridad cuando nos recarga impositivamente con cargas altísimas, que a una familia de clase media le exige bienes personales, impuesto a las ganancias, que cada vez que hay que comprar algo quita para el Estado el fruto de nuestro trabajo mientras no recarga de impuestos a la timba financiera y a las mineras, pero quiere que el aumento a los docentes sea de un 18% en 4 cuotas.
No me representa el gobierno que abrió un "voluntariado" para quienes quieran dar clase, despreciando el profesionalismo y la capacitación de muchos docentes. No me representan quienes no se dan cuenta que en los países avanzados, de los que tanto hablan, los docentes son seleccionados de entre los mejores promedios y cobran sueldos que les permiten vivir con dignidad.
Me representará el gobierno y los docentes que: entiendan que la escuela es cantera de formación en contenidos, métodos de estudio, amor a Dios, a la Patria y a la Familia. Me representará el gobierno que incentive la vocación docente, que pague sueldos dignos, que pelee con los sindicatos corruptos para eliminar del estatuto todo lo que facilita que docentes que parasitan el sistema se aprovechen de él para cobrar sin trabajar. El gobierno que incentive a los que abrazan la docencia como vocación y acción de servicio pero que a la vez les permita vivir con dignidad.
Mañana (aunque empezamos a concurrir al colegio el 3 de febrero, no tenemos "3 meses de vacaciones"), como hace 23 años, nuevamente cargado de esperanzas, de sueños, de un amor desbordante por la vocación que Dios quiso que tuviera, pero también con la clara conciencia de que hay mucho por hacer desde arriba y desde abajo...