sábado, 29 de abril de 2017

El testimonio y la obra del padre Juan Claudio Sanahuja - Guerra cultural contemporánea, familia y vida

El testimonio y la obra
del padre Juan Claudio Sanahuja

Guerra cultural contemporánea, familia y vida


Por Juan Carlos Monedero (h)

Ver en línea: https://www.youtube.com/watch?v=cAN4zziSUk4

           Estamos aquí para hacer el homenaje de una gran persona, a quien tuvimos la dicha de conocer. Lo vamos a recordar como sacerdote, combatiente de la palabra, defensor de la cultura de la vida. Y, finalmente, como hijo doliente de la Iglesia, a la que sirvió hasta el final de sus días con su tarea apostólica, tanto oral como escrita, a través de libros, conferencias, artículos.
Nacido el 16 de septiembre de 1947, el padre Juan Claudio es ordenado sacerdote en el año 1972, por la prelatura del Opus Dei. Tenía casi 25 años. Estudioso de la doctrina y eficaz comunicador de la misma, su obra apostólica –tanto escrita como oral– refleja el pensamiento propio del doctor católico, observación que –en el momento presente de la Iglesia– conviene no tener por redundante. En efecto, mientras muchos teólogos piensan la Revelación a partir de las categorías de la filosofía moderna e inmanentista –que sostiene que el conocimiento de la realidad es imposible–, el padre Juan Claudio, que no desconocía estas infiltraciones, seguía creyendo, pensando, meditando y amando las verdades de siempre, que le vinieron por la tradición. Una tradición que se preocupa por la fidelidad y no por las novedades, de suerte tal que si personajes como Boff, Kung y Kasper se apoyaban en las falacias propias del idealismo, el padre Juan Claudio encontraría en San Agustín y Santo Tomás de Aquino su sostén y su inspiración.
Estos temas tan arduos fueron profundizados por el padre –era doctor en Teología, por la Universidad de Navarra–, colocándose en una situación y una circunstancia donde no podía, honestamente, callar. Y no calló. Al contrario, puso todo su conocimiento, erudición y competencia al servicio de la verdad, el bien y la belleza; y por eso es que fue, también, un combatiente de la palabra. Y así queremos recordarlo: no fue un sacerdote que hablase de generalidades. No tocó esos temas que a nadie le importan (los típicos y desabridos asuntos que no generan ni fuertes adhesiones ni enérgicos rechazos). Al contrario, se ocupó de lo que está en primer lugar de la agenda cultural, con perfecta conciencia de las dificultades que esta empresa seguramente iba a traer. Y que trajo.
Acompañado por la Licenciada Mónica del Río, directora del boletín Notivida, el padre Juan Claudio fundó en 1998 el portal Noticias Globales, cuya difusión superaría los límites de nuestro país para llegar a toda Hispanoamérica. Desde este portal, supo proveer un material enorme de investigaciones sobre políticas relacionadas con la vida humana y la familia –a nivel nacional e internacional– a todo aquel que estuviese interesado, enriqueciéndolo y capacitándolo. En el año 2001, se convirtió en editor de Notivida, espacio que continúa abordando estos mismos asuntos, con un seguimiento legal de la situación en la Argentina. Desde Noticias Globales, el padre escribió numerosos artículos –todos los cuales pueden, todavía, consultarse– donde denunció con toda claridad a los artífices de la contracultura, cómplices de mortíferas prácticas como el aborto, la anticoncepción y la eutanasia. Así, por ejemplo, el 28 de julio del 2014 sacó a la luz un artículo titulado Bill Gates: aborto a control remoto. El 15 de marzo del 2015, identificó con toda claridad las casi 400 empresas que –a lo largo y ancho de todo el mundo– financian la propaganda homosexualista, entre ellas Facebook, Apple, Google, Amazon, Microsoft, HSBC, Twitter, American Express, JPMorgan, Walt Disney, etc.
En otra ocasión, se ocupó de las acciones de dos instituciones educativas, en Estados Unidos y en Suecia respectivamente, contra dos profesores que se oponían a las prácticas abortivas.
Puertas adentro de la Iglesia tampoco se hizo el distraído, oficio bastante cómodo para ciertos laicos y sacerdotes con excelente formación. Por ejemplo, el 14 de mayo del 2014 escribió un artículo titulado Kasper siembra confusión. El 7 de septiembre del mismo año, cuestionó la actitud del arzobispo de Nueva York –el Cardenal Dolan– quien públicamente sostuvo no tener “ningún problema” con que personas identificadas pública y notoriamente con el homosexualismo ideológico participaran activa y visiblemente en el desfile en honor a San Patricio. En el año 2012, Noticias Globales advirtió de las maniobras del pseudo teólogo Hans Kung, quien buscaba premiar a una agrupación de superioras religiosas, que casualmente era la misma que había sido intervenida por la Santa Sede en el año 2012 a causa de sus desvaríos doctrinales. Kung premia el error y la confusión, muchísimos aplauden, otros que saben que eso es malo callan, pero el padre Juan Claudio no calló.
Su labor apostólica no fue, sin embargo, sólo denuncia del mal sino también promoción del bien. En febrero del 2015, el padre Juan Claudio concedió un amplio espacio al prólogo que el cardenal Robert Sarah hiciera del libro Género, una cuestión política y cultural, donde el prelado sostiene: “estamos ante una revolución que busca revocar el orden de la creación del hombre y la mujer, (este orden que) Dios manda desde el principio en su designio de amor eterno”. Asimismo, numerosas de las valientes declaraciones del cardenal Burke encontraron eco en el boletín del padre. Como mérito a su enorme empeño y dedicación, el Papa Benedicto XVI le otorgó en el año 2011 el título de Capellán de Su Santidad. Asimismo, colaboró en numerosos organismos de la Santa Sede, especialmente en el Pontificio Consejo para la Familia, disuelto hace poco por el Papa Francisco.
¿Cuáles fueron los temas que ocuparon principal importancia en su testimonio? Seguramente, por los títulos que hemos repasado, muchos de los oyentes se habrán dado cuenta. En concreto, no hay lugar a dudas de que la inteligencia y voluntad del padre Juan Claudio se dirigió hacia el hombre. Pero el abordaje del hombre –esto es, de nosotros mismos– no podía prescindir de la doble luz de la sana razón, por un lado, y de la Revelación Sobrenatural, por otro. El padre Juan Claudio supo aceptar un descubrimiento que cambiaría su vida. Encontró la piedra de toque de la moderna civilización: el odio al hombre, cristalizado en prácticas de muerte: aborto, eutanasia, anticoncepción, eugenesia. También proyectos y artificios ideológicos –como el seudo matrimonio igualitario– fueron objeto de su reflexión. Una reflexión que, como hemos mostrado, se convirtió en denuncia y en alerta. En infinidad de ocasiones se pronunció sobre la ideología de género, mentalidad que pretende reflejarse en la cultura, la legislación, las costumbres y hasta en la forma de hablar.
¿Por qué decimos que el odio al hombre es la clave de bóveda de este asunto? Porque el hombre naturalmente se ama a sí mismo. En efecto, el suicidio es antinatural. Sin embargo, el siglo XX y XXI han experimentado un crecimiento exponencial de la capacidad y del ingenio del hombre para dar muerte, eclipsar la vida de sus semejantes o incluso la propia:

  • por la eutanasia, se mata a los enfermos y a los ancianos;
  • por la anticoncepción, se bloquea el efecto natural de las relaciones sexuales, que es la creación de la vida;
  • por el aborto, se destruye a un niño inocente e indefenso;
  • por la eugenesia, se descarta a los débiles;
  • finalmente, promoviendo la actividad sexual antinatural, lo que fue pensado por Dios como algo fértil es convertido en algo estéril.
 Todos los caminos conducen a lo mismo: bloquear, limitar, restringir o incluso lisa y llanamente eliminar la vida –y vida humana–, esto es, eliminar al hombre. Odio al hombre cuya magnitud abre las puertas a la consideración de un agente diabólico. En efecto, como el demonio no puede nada contra Dios, dirige sus fuerzas contra nosotros. Lo estamos viendo. Y el padre lo sabía: sabía que detrás de estas prácticas, de esta propaganda, de estas medidas gubernamentales y culturales, estaba el demonio. Por eso es que habitualmente recomendaba rezar la Oración a San Miguel Arcángel.
A la luz de lo expuesto, el ejemplo del padre Juan Claudio –sin dudas, fue un defensor de la cultura de la vidaconvocó a muchos en el pasado y debe convocarnos en el presente. Convocarnos a esta lid: luchar por el hombre y por la vida, pero no por esa humanidad o fraternidad difusa de la Ilustración. No. Somos convocados a la defensa del ser humano –nosotros mismos– en cuanto Imago Dei, es decir, en cuanto somos seres temporales pero portadores de principios eternos, capaces de relacionarnos con Dios como personas, libres y amantes; defensores de la vida, sí, pero no de una vida jamás definida o imprecisamente pensada sino de la vida que es participación de esa Otra Vida que es Cristo mismo: Yo soy la Vida, según las palabras de Juan 14, 6.
           El padre dejó este mundo el 23 de diciembre del pasado año pero nos ha dejado muchas cosas. En primer lugar, como se dijo, nos deja su ejemplo. Apoyó numerosas causas que consideraba justas, emprendimientos concretos e identificables, como el mencionado boletín Notivida y Noticias Globales. Pero también sostuvo y promovió otros espacios, donde incluso fue numerosas veces invitado a hablar, como el Círculo de Formación San Bernardo de Claraval.
En segundo lugar, nos deja su agudeza, su viveza criolla si se permite la expresión. Era bueno pero no era ingenuo. Quienes lo conocieron más de cerca aseguran que todo lo relativo al término género le preocupaba, incluso antes de entrar en los detalles. Denunciaba la expresión salud reproductiva o planificación familiar como equivalente al aborto. No era cándido y no favorecía que la gente se engañase. Insistía en que los católicos debíamos visualizarnos, no escondernos, sino que se nos vea a través de acciones tan sencillas como, por ejemplo, una simple panfleteada, un ciclo de conferencias. Teníamos que estar en la calle, no sólo escribir detrás de una computadora –por bueno que sea el texto– sino estar en la realidad real. Con un humor que también aleccionaba, solía quejarse de los católicos provida que consideraban “muy fuertes” los carteles con imágenes muy claras sobre aborto. Y en una ocasión llegó a decir que esos carteles permanecieron sólo en los locales “cuyos dueños” eran “personas que realmente quieren dar la cara y que no lo van a sacar aunque venga el obispo o el párroco a decirle: Sacalo[1].
En tercer lugar, nos deja su última obra: ‘Poder Global’, que merece un párrafo aparte. Ya hemos dicho que una constante de su labor fue la denuncia de las instituciones –de alcance internacional– que trabajan, coordinadamente, por imponer una nueva mentalidad. En efecto, tanto desde las páginas de El desarrollo sustentable como de su último libro, el padre Juan Claudio enumera prolijamente a incontables entidades que promueven y financian lo que se conoce como cultura de la muerte. No es casual que la promoción de estas prácticas esté ineludiblemente acompañada de campañas que tienden a presentar la homosexualidad como algo natural. Y aquí tenemos que detenernos un segundo, porque hay muchos que ven con claridad la maldad del aborto pero no ven el desorden que supone ciertas conductas sexuales.


Como siempre, el asunto se comprende mejor si vamos a los principios, los orígenes. En efecto, si el universo surge de un proceso evolutivo darwinista –totalmente ciego y carente de fines– como sostienen los modernos ideólogos, entonces no hay Dios. Si no hay Dios, tampoco hay ni puede haber nada como un orden divino. No puede haber ni orden divino ni orden natural; tampoco puede haber conducta sexual normal porque llamar “normal” a un comportamiento implica reconocer una norma, una pauta, un límite, un orden. Pero según los ideólogos no hay orden. Por tanto, la legitimidad de la conducta homosexual se sigue con la misma lógica con que las piezas de un dominó se golpean unas a otras. Una auténtica cadena de negaciones, que tiene su punto de partida en la originaria negación del logos.
Ahora bien, si no hay Dios, ni hay orden, ni conducta sexual normal, entonces todas las conductas sexuales son válidas y legítimas. Pero, en este caso, ¿cómo juzgar los actos de violación? ¿Cómo juzgar la pedofilia u otras aberraciones?
Para no quedar atrapados en este callejón sin salida, tenemos que volver –es forzoso– al orden, tenemos que restaurar el logos en la sociedad –esto es, restaurar a Cristo–, y la única manera de hacer eso es practicando y viviendo alegremente la verdad. Hablar, hacer verdad, como decía el querido padre Castellani. Y el ejemplo del padre Juan Claudio debe impulsarnos a ello.
El padre Juan Claudio nos deja asimismo su ejemplo como persona capaz de ejercitarse y capacitarse en este auténtico arte de dar a conocer la verdad; cada uno desde su lugar y sus posibilidades, está obligado a hacer lo que pueda: remover obstáculos, regalar un buen libro, promover buenos ciclos de conferencias, aportar económicamente, difundir y defender a los buenos intelectuales, colaborando activamente con las personas y estructuras que –en el medio de numerosos obstáculos– están militando por estos ideales.
Doctrina, sí, pero no esterilidad sino doctrina unida al poder de la acción. Decía el padre que “Tener la doctrina clara, y callarse o hablar a media lengua, tratando de quedar bien, es una cobardía para salvar el "buen nombre", y que todos te aplaudan..., cuando por el contrario si todos me aplauden, tengo que desconfiar de estar siendo un buen cristiano”.
Doctrina unida a la acción, pero no a cualquier acción como si todas valiesen lo mismo. Porque el padre no fue un activista irresponsable sino prudente. Escritor, responsable de un blog, y conferencista, fue autor de varios libros, artículos, ponencias; participó en numerosos congresos, así como en reuniones nacionales e internacionales. Varias de sus obras han sido traducidas y publicadas en otros países. No fue la espontaneidad o del momento lo que sostuvo su magna tarea. Fue el compromiso sostenido en sólidas razones, fue su capacitación continua, no un mero impulso de reacción contra algo malo. Lo suyo no fue una acción precipitada sino una acción prudente.
Su preocupación por la crisis de la Iglesia no era una mera generalidad: ya hemos visto cómo el padre identificaba a los responsables, con nombre y apellido. A diferencia de quienes temen descender a los detalles, esquivando el bulto, el padre Juan Claudio decía a quien lo quería escuchar que le preocupaba –y mucho– el tercermundismo, los abusos litúrgicos y por supuesto el falso ecumenismo. El padre había aprendido y ya celebraba la misa tridentina; sabemos también que autorizaba a los fieles a asistir a las misas celebradas por los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, conocedor de que una liturgia declarada válida por la máxima autoridad de la Iglesia no podía ser “abolida” por el paso del tiempo, cualquiera fuese el pretexto.
Asimismo, el padre lamentaba la difusión de ese slogan falaz según el cual “Tenemos que ser positivos” dado que en algunas ocasiones eso implicaba no decir la verdad o al menos suavizar su proclamación. En ese sentido, es pertinente recordar las palabras de Julieta Gabriela Lardies, delegada por la Red Federal de Familias–Misiones, quien sostuvo recientemente: “No querer confrontar cuando es obligatorio hacerlo es propio del alma que –aunque reconozca intelectualmente la verdad– prefiere no arriesgarse en cuanto a su testimonio, no sea que pierda amistades por decir lo verdadero. (Esta actitud) Revela falta de esperanza, falta de confianza en la propia verdad, falta de confianza en la fuerza demoledora de la verdad”.
La Providencia le permitió al padre conocer arquetipos concretos. Entre ellos, Jerome Lejeune era un objeto de su admiración como modelo provida: un hombre pobre que no buscó su propio beneficio, que perdió el Nobel por oponerse al aborto, que vivió batallando entre múltiples contradicciones. El padre repetía a quienes lo escuchaban que era precisamente eso –la pobreza– lo que había que esperar en esta batalla. Se lo pierde todo, se va a perder todo porque hoy en día quienes combaten contra las pretensiones homicidas del Nuevo Orden Mundial son, de manera forzosa, políticamente incorrectos. Así pensaba el padre, son sus palabras. Este hostigamiento no puede ser más claro, a la luz de la reciente repercusión –en la provincia de Santa Fe– en torno a una psicóloga de Grávida, que tuvo la decencia, el coraje y el heroísmo de acompañar a una niña de 11 años, embarazada tras una violación, salvando así la vida del hijo de la pequeña (la cual, engañada por grupos abortistas, creía que la interrupción del embarazo no acabaría con la vida de su hijo). Es decir, esta mujer no sumó a la injusticia de la violación otra injusticia –el aborto– sino que atendió ambas vidas. Sin embargo, dado que la ideología genera una fuerte cerrazón en las personas, los abortistas han desencadenado una feroz campaña contra esta mujer, presionando al Colegio de Psicólogos de Santa Fe, buscando –por todos los medios– que tenga lugar una sanción (cosa que ocurrió: se le suspendió la matrícula alegando “faltas éticas”, tal como informa recientemente el boletín Notivida). A Dios gracias, el niño ya nació pero la discusión acaba de cobrar notoriedad mediática.
Es necesario decir, además, que el padre Juan Claudio estaba muy preocupado por la situación de la Iglesia en este pontificado. A través de innumerables conocidos –él se informaba directo, no a través de los medios de comunicación– se enteró de que muchas iniciativas eclesiales en torno al sostenimiento de la cultura de la vida –erigidas sobre todo en la época de Juan Pablo II– están siendo desmanteladas, descabezadas. Por ejemplo: se cerró el Pontificio Consejo de la Familia –como ya dijimos–, se le está quitando importancia a la Academia para la vida, mientras que los nuevos responsables en dichas áreas no tienen –habida cuenta sus antecedentes– la misma línea que los anteriores. Sin dudas, el padre fue hijo doliente de la Iglesia, lejos de toda obsecuencia, al mejor estilo de Santa Catalina de Sienta, cuya memoria recordamos precisamente hoy.
Es mucho lo que pensaba, lo que escribió y lo que dijo el padre Juan Claudio. Sin embargo, incluso ocupándose de estos temas, no se desvinculó de su realidad familiar y doméstica; se interesaba mucho por su familia, por su madre especialmente. A veces no la podía ver tan seguido como hubiera querido, pero por testimonio de los allegados podemos decir que la tenía siempre en mente, lo que se materializaba llamándola por teléfono. Este mismo cuidado recomendaba a sus cercanos: “cuida a tu mamá, dedicale tiempo...”. Asimismo, quienes más lo conocieron atestiguan que tenía un gran corazón, que se plasmaba no sólo en los temas teóricos sino también en los consejos propios del mundo afectivo y emocional. Era un sacerdote que dedicaba tiempo a esas almas, un tiempo que a él no le sobraba. Son muchos los testimonios de su generosidad: el padre se buscaba un lugar y un momento para atender a todos. A pesar de que, en determinados momentos, pareciese distante y “acorazado”, tenía un gran corazón. Y también un muy buen sentido del humor, condición ineludible para librar este combate de proporciones realmente históricas.
Su último libro vio la luz el mismo día de su partida. Contiene la denuncia del mayor ataque que se concibió hasta ahora contra el cristianismo, sobre todo contra la Iglesia Católica y la civilización cristiana. Leamos un fragmento de mismo: “«Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible»” dice el padre, citando a Juan Pablo II. Y luego hizo suyas las palabras del Beato Pío IX: «seamos firmes: nada de conciliación; nada de transacción vedada e imposible…». Su última obra es muy clara y muy valiente: si estuviera vivo, creemos, le habrían hecho la vida imposible. Quienes lo conocen cuentan que, en sus últimos días, la única preocupación del padre Juan Claudio era que el libro saliera pronto.
           Quiera Dios que podamos continuar la pelea que él libró, con lucidez, coraje, prudencia, arrojo, osadía y generosidad. Muchas gracias.

(Palabras pronunciadas el 29 de abril del año 2017,
Festividad de Santa Catalina de Siena,
en la Biblioteca de la Manzana de las Luces)




[1] https://www.youtube.com/watch?v=MqJJDKNXmOY. Ver minutos 50’ y ss.

lunes, 24 de abril de 2017

Un cuento de hadas sin final feliz: La revolución gramsciana en los mejores largometrajes animados - Por Adolfo Aybar

Un cuento de hadas sin final feliz

 La revolución gramsciana
en los mejores largometrajes animados

Por Adolfo Aybar


Inevitablemente debo hablar en primera persona.
Indignación, tristeza, impotencia. Todo esto sentí una vez que confirmé que la versión live-action que los Estudios Cinematográficos Disney produjeron de la clásica historia de “La Bella y la Bestia” había transformado al personaje Le Fou –el secuaz de Gastón– en una persona homosexual.
Mi indignación se debe a que la empresa Disney haya decidido destruir en primer lugar la inocencia de los chicos, y luego confundir la mente de los adultos. Históricamente, Disney siempre fue la productora de películas en la que cualquiera podía confiar. Disney siempre rescataría las virtudes, la amistad, la camaradería, la inocencia infantil, el sacrificio, la honestidad, el amor; y por este motivo cualquier adulto acudiría al cine a disfrutar sus producciones con gusto, invitando a sus hijos también a deleitarse con ellas; incluso más, les permitiría ver sus películas con toda su confianza puesta en esta empresa.
Pero hoy las cosas han cambiado. Mejor dicho: los nuevos y últimos responsables de Disney las han hecho cambiar. Y, con tristeza, repito una pregunta que muchos seguramente se están haciendo, ¿he de olvidar aquel “Disney” lleno de magia y aventuras, que me invitaba a soñar en una atmósfera de libertad y pureza? Ya no estamos ante cuentos de hadas sino ante la promoción cinematográfica del escándalo de los niños. Hoy esta productora quiere transmitirnos el sufrimiento y el dolor humanos como algo mágico, hoy quiere rendir pleitesía a los principios de la ideología que sostiene que para “hacer la revolución” y deformar el orden natural que rige a nuestro intelecto, no hay que alzar las armas, sino cambiar la cultura, y ella, cambiada, se encargará de modificar nuestra percepción de la realidad.
La homosexualidad es un desorden que se ha de combatir para lograr el orden y la virtud, como la mentira, el hurto y el orgullo. Por este motivo no hemos de aplaudirla, ni de fomentarla, debemos reconocer su gravedad como impedimento para alcanzar la felicidad.
Mi impotencia consiste en que a pesar de esta indignación en mi interior, parece poco lo que puede hacerse para detener este camino de deterioro humano que los responsables de Disney han comenzado a recorrer. Por este motivo decidí redactar, al menos, este breve artículo, con la esperanza de lograr transmitir esta verdad a aquellos que tengan las posibilidades de su lectura.

sábado, 22 de abril de 2017

"La vida no se captura" - Por Julieta Gabriela Lardies

"LA VIDA NO SE CAPTURA"

Por Julieta Gabriela Lardies




Hace algún tiempo oí en una película esta frase. “La vida no se captura”. El personaje que la dijo, un profesor de música, la utilizó para explicar a sus alumnos la curiosa postura de un afamado músico que no permitía que sus interpretaciones musicales fueran grabadas; únicamente difundía su trabajo en presentaciones en vivo ya que consideraba que el fonógrafo no captaba la esencia de su arte.
Esa película me llevó a recordar y a fijar mi atención en fotos, videos y fonograbaciones. Así, de a poco, fui solidificando aquella frase en mi interior. “La vida no se captura”. La “magia” de los momentos, lo que experimentan las almas, el espíritu del tiempo encarnado en un espacio determinado, los rasgos esenciales de las cosas… no pueden copiarse. Las esencias no se captan con una lente. Una fotografía, un video o una fonograbación no son otra cosa que una copia, más o menos precisa, de la realidad que las trasciende. Son una copia, no la realidad misma. Aún la transmisión directa de un programa televisivo o una llamada telefónica no dejan de ser reproducciones, aunque sean de forma inmediata.
Por otro lado, no deseo hablar de las diferentes técnicas de reproducción de voces e imágenes ni del asombroso progreso directo que han tenido los distintos métodos de “captura” de la realidad. Simplemente quiero expresar una idea acerca de ellos… y es que pienso que todos han fallado en algo… o quizás no sea que hayan “fallado” sino que sencillamente no podían acertar. Era imposible. Todo lo que ocurre en nuestra vida tiene un valor incalculable que viene dado entre otras cosas por su calidad de único. Los acontecimientos pueden ser semejantes pero nunca iguales. Con más razón una copia es sólo eso y nada más. Una filmación o una fotografía no nos muestran lo que irradia una persona frente a frente, el brillo vital de su mirada, la calidez de su alma transmitida en sus gestos…
Todos hemos regresado alguna vez a un sitio al que hemos amado mucho, en el que hemos sido felices, algún escenario de la infancia quizás. Y hemos descubierto que no era igual al lugar que esperábamos hallar, por una simple razón… el momento no era el mismo. La vida no se captura y los instantes no se repiten. 
Hay momentos en la vida que deben ser simplemente “vividos”, nada más… ni nada menos. A veces, en nuestro indomable deseo de querer poseer, de querer ser dueños, dejamos de lado el genuino disfrute de aquello que Dios nos ha puesto en frente. No vivimos el instante sino que queremos atraparlo materialmente, como desenfrenados e inexpertos cazadores de mariposas que buscan atraparlas con una red agujereada. No contemplamos el exquisito vuelo de los segundos, de los instantes dorados con los que se teje nuestra historia; no nos gozamos del delicioso momento que se nos ofrece, no, porque estamos preocupados en capturarlo… y luego, cuando ya ha pasado, buscamos ansiosos en el fondo de la red… para encontrarnos con el polvo de las alas de una mariposa que se nos ha escapado para siempre.
En este punto ya tenemos las dos notas que deseaba hacer sonar en esta pieza. Dos notas distintas pero enlazadas por un mismo y misterioso designio. La esencia de las cosas no se captura en las réplicas y los momentos no se repiten jamás.
La filmación de una boda, la fotografía de la Primera Comunión, la fonograbación de un concierto… son eso, una filmación, una fotografía, una fonograbación. No son la boda, ni la Comunión, ni el Concierto. Son réplicas imperfectas. Imperfectas porque captan líneas, formas, colores, timbres… pero no captan “espíritus”. No captan la luz que brilla en ese instante. No captan la trascendencia, lo celestial. No captan el latir de las almas inflamadas por la fe y el amor. No somos sólo materia. ¿Alguien puede dudarlo? Y todo lo que encierre al ser humano únicamente en su materialidad termina mutilando lo trascendente que hay en él, reduciéndolo a algo muy inferior de lo que realmente es.  
Quizás por alguna razón Dios hizo que no nos sea posible capturar la vida materialmente, así como no podemos atrapar las estrellas en un vaso, así como no podemos crear vida de la nada. Quizás Dios quiso ahorrarnos preocupaciones, animarnos a que nos dediquemos a vivir, a asombrarnos y a maravillarnos, sin desvelos que no nos corresponden. Quizás a veces no lo entendemos y nos volvemos frustrados “cazadores” de instantes que nunca logramos someter a nuestro dominio. La vida no se captura.

Con el tiempo he aprendido que hay un sólo lugar donde se guarda con mayor exactitud el sabor esencial de los momentos. Ese lugar es el corazón. En el corazón atesoro recuerdos y emociones. En el corazón veo con nitidez las manos arrugadas de mi abuela acercándome un té medicinal. Allí veo los árboles de navidad que mi madre adornaba para delicia de mis ojos infantiles. Allí guardo la ternura de mi padre convidándome un bocado del asado, aquel bocado de privilegio que yo esperaba mendicante junto a la parrilla. Allí guardo el aroma de las galletitas del jardín de infantes y el color de los amaneceres de verano. Es cierto que tengo conmigo muchas fotografías de mis seres queridos y un gran número de souvenires, pero es en el corazón donde verdaderamente los llevo, donde retengo el reflejo de su luz. Y en el corazón de las personas que amo es donde quiero proyectarme.

miércoles, 19 de abril de 2017

Stalin, o la victoria del sentido común frente a la ideología leninista

Stalin, o la victoria del sentido común 

frente a la ideología leninista

Por Fernando Stegmann[1]

Año 1921, la salud de Lenin comienza a decaer. En 1922 sufre un ataque que lo deja temporalmente sin habla. Corre el año 1923 cuando comienza a dictar a sus secretarias unas notas que pasarán a la posteridad como el testamento de Lenin. En este testamento, Trotsky sobresale como el gran favorito del entonces aún líder de la facción bolchevique.
¿Cuál era el escenario del momento? El debate por el control del partido se había desatado. De un lado, Trotsky y sus seguidores; del otro, la tríada conformada por Kamenev, Zinoviev y Stalin (los dos primeros de triste final). Los ataques entre uno y otro comienzan siendo verbales pero luego no escaparán a la violencia física. Stalin lo acusará de judío menchevique, Trostky dirá que Stalin es cristiano, algo casi blasfemo para un marxista. ¿Tiene explicación esta confrontación entre sujetos que hasta hace escasos cinco años habían sido camaradas? Claro que la tiene.
El deseo de poder no era ajeno a ningún revolucionario de principios de siglo XX. Si para los militantes de izquierda de hoy es embriagante el uvita fiesta con fanta, para los de otrora lo era un mayor control de la sociedad. Tanto Lenin como Trostky –acompañados por cualquier teórico de la época– sostenían que la cultura se podría transformar con la conquista del Estado[2]. Si buscásemos alguna diferencia substancial entre Bronstein (Trotsky) y el “Hombre de acero” georgiano (esto que parece un apodo de algún personaje de Marvel es el significado de la palabra Stalin) la encontraremos en materia de política práctica.
En el mundo de las ideas, ambos eran marxistas y –si se permite la expresión– leninistas. Ambos coinciden en el objetivo de conquistar el Estado como forma de acceso al poder. Ambos creen en el proletariado como la vanguardia iluminada. Ahora bien, tenemos los fines, la cosa se complica con los medios. Stalin defendía una fuerte burocratización del Partido, que para esa altura era ya la Nación; en cambio, Trotsky levantará la bandera de la descentralización –si lo hacía de manera sincera es algo que desconocemos– en los territorios otrora “sometidos” al “yugo” de los zares. En una palabra, Trotsky era partidario de extender la revolución a toda Europa mientras que Stalin, en cambio, pretendía primero asentarla en la URSS y más tarde –cuando las condiciones lo permitiesen– “exportar” el proceso revolucionario.
La practicidad de uno dista mucho de la ortodoxia doctrinaria de otro. El segundo podría ser tenido como un “hereje” dentro del seno partidario, en tanto del primero sería reconocida su pureza (sí, tal como sucede en las sectas). Esta pureza doctrinaria –por la que quedó enredado en debates doctrinarios más propios de un intelectual prerrevolucionario que de un cuadro político post-Revolución de Octubre de 1917– hizo que Lev Bronstein fuese llamado de manera peyorativa “pluma”: esto es, mucho debate, poca construcción del poder.
Si vamos a lo fáctico, podemos decir que Stalin estaba en lo cierto: hacia 1940, todo el Comité Central del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) había sido asesinado, con la notable excepción de nuestros personajes de marras. ¿Podría Trotsky citar a Margarita Stolbizer y decir “Yo ya gané” por el simple hecho de mantenerse con vida? La respuesta es negativa: en 1927 Trotsky es expulsado del partido, dos años después será expulsado de la URSS. Gran triunfo del líder georgiano que a partir de ese momento ya no tendrá rival alguno dentro del seno del movimiento. Con mucho tino, Stalin vió que el mundo de las ideas era una cosa y la conducción del Estado no siempre iba en paralelo con la construcción ideológica armada previamente.
No sería la única vez en que el hombre de acero pegase esos volantazos ideológicos. En ocasión de la Operación Barbarroja –esto es, el ataque alemán a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas–, Stalin advirtió que los eslavos mostraban cierta fraternidad para con los conquistadores, razón por la que tuvo que apelar al sentimiento patriótico revitalizando viejas glorias del pasado –aunque parezca una broma de mal gusto– zarista. Es así como la contraofensiva a Hitler pasará a ser conocida como la Gran Guerra Patria. Marchas militares, letras invocando el honor, principios y códigos de patriotismo, amor por el suelo enardecerán los corazones del pueblo ruso, disponiéndolo a defender su tierra. No fueron pocos los soldados que caídos en combate lo hacían con alguna estampa de carácter religioso, pese a la prohibición del gobierno.





La defensa irreductible del Internacionalismo por parte de los trotskistas hizo que este conjunto de medidas fuese visto como una desviación nacionalista en el mejor de los casos, chauvinista en el peor. En efecto, los bolcheviques –en diciembre de 1917, apenas dos meses después de la toma del poder– derogaron las leyes contra el aborto, convirtiéndolo en libre y gratuito; derogaron las leyes contra la homosexualidad, despenalizaron la prostitución. Además, se abolió el concepto de legitimidad de los hijos, llevándose adelante lo que Marx llamaría sociabilización de la mujer, entre otras prácticas. Todas estas eran medidas marxistas de pura cepa. ¿Cómo resultaron en la práctica? Dado que el concepto de legitimidad también había sido abolido, los efectos fueron previsibles: por un lado, las tasas de natalidad fueron mucho menores a las de mortandad y por otro, los hijos desconocían la identidad de sus padres. ¿A cuál de los varones debía imponérsele la carga de proteger al recién nacido si la mujer había tenido múltiples relaciones sexuales?
Una vez en el poder, Stalin –no por suscribir a ideas conservadoras, como sostendría el conservador-liberal argentino Emilio Hardoy– derogó todas estas leyes; de hecho, comenzó una persecución feroz contra los homosexuales. Hasta el rígido jerarca marxista se vio forzado a admitir que una sociedad sumida en los vicios reportaba mayores problemas y dificultades que beneficios. Estas medidas fueron denunciadas por Trotsky como un retroceso en la legislación revolucionaria, acusando a Stalin de consolidar el poder de la burocracia teniendo como base una juventud completamente disciplinada. Curzio Malaparte –joven fascista y viejo maoísta– dirá que la conquista del poder en Octubre fue obra de Trostky, pero que su conservación fue obra de Stalin. Un juicio con el que coincidimos.




[1] Con colaboraciones de Ivana Cejas y Juan Carlos Monedero (h).
[2] Recién a mediados de siglo pasado, otro intelectual marxista llamado Antonio Gramsci –apartándose de Lenin– defenderá la idea de que la conquista primera debe ser la cultural; la conquista política del Estado y sus resortes de poder se daría por añadidura.

lunes, 17 de abril de 2017

Reseña libro “Lenguaje, ideología y poder” - Por el Profesor Pablo Grossi


Por el Profesor Pablo Grossi


Repárese en que, en ninguna otra época de la Historia Universal,
se han prodigado tanto las palabras como la presente: torrentes inagotables de palabras
por medio de la prensa, del libro, de la radiotelefonía, de la cátedra, de la tribuna,
en una proporción jamás soportada antes, invaden, penetran
y cubren la vida entera de los hombres y de los pueblos...

Jordán Bruno Genta


Desde las páginas de El Filósofo y los sofistas, nuestro mártir sostuvo que “Saber pensar o saber hablar es la tarea principal del hombre, la que hace que el hombre sea hombre”. Y en acertada paradoja, explicará que “Es notorio que se requieren muchas más palabras para condenar a la palabra que para hacer su apología; el mayor gasto y derroche de mala retórica está siempre a cargo de los enemigos de la retórica. La palabra tiene tanta autoridad, tanta fuerza persuasiva que hasta es capaz de convencer sobre su falta de autoridad y sobre su impotencia persuasiva”. Por eso, la retórica –“hasta en sus formas viciosas y corrompidas”– sigue siendo, con todo, “una parte de la metafísica y de la teología”. La lectura del presente libro ha logrado evocar estas palabras inmortales.
A batallar se aprende batallando. Ahora bien, quien cae en un campo de combate sin más armas que la buena disposición del espíritu, corre con pocas posibilidades de alcanzar la victoria. Es cierto que en el final de todos los finales rendiremos cuenta ante el Señor por las cicatrices recibidas, no por los éxitos alcanzados. Pero no es menos cierto que esta benevolencia de la Divina Providencia –por la que se nos exige el combate, mas no la victoria– no nos exonera de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para alcanzar el triunfo.
La presente obra es un manual de combate. En su primera parte (“Fundamentos de la cuestión”), Juan Carlos presenta las armas: traza un breve pero completo bosquejo sobre la relación existente entre las palabras, los conceptos y la realidad. Su subversión es la raíz última de esta guerra, respecto de la cual el libro no deja de pronunciarse una y otra vez.
Luego, queda retratado el estado del campo de batalla: en la segunda parte (“Palabras en guerra”), se estudia qué alcances y qué tipo de consecuencias han traído el triunfo de la guerra cultural, que perdurará mientras Dios lo permita.
Pero el autor no se detiene allí. No se trata de algo puramente teórico pues la guerra semántica –como cualquier otro tipo de contienda– es algo eminentemente práctico. Tampoco son páginas quejosas, repletas de letanías de lamentos. Lejos del derrotismo, luego de observar y diagnosticar adecuadamente la situación, es entonces cuando Juan Carlos entra en acción y contraataca; así, desafía los tótems de los adversarios de la fe y de la patria, al tiempo que acaba saliendo al rescate del lenguaje, desenmascarando sofismas y rescatando palabras nobles que han sido estigmatizadas, echando luz sobre las tinieblas del oscuro panorama cultural.
Una obra para releer varias veces, que podríamos considerar una verdadera “teoría y práctica” de la presente guerra contrarrevolucionaria en su aspecto semántico, necesaria para la interpretación de la realidad actual de nuestro país y, por qué no, del habla hispana.


lunes, 10 de abril de 2017

¿“No confrontar”? – A propósito de una consigna muy repetida en grupos provida - Por la Red Federal de Familias (Misiones)

¿“No confrontar”? – A propósito de una consigna muy repetida en grupos provida

Red Federal de Familias (Misiones)

“No confrontar”. Estas palabras parecen conformar una suerte de seudo mandamiento –añadido, en base a la repetición, al antiguo decálogo– que se va colando en ciertos grupos católicos provida. Entre quienes militamos por la defensa de la vida y la familia, suele escucharse esa frase: “no confrontemos”. Se oye con frecuencia en reuniones y pasillos, se repite maquinalmente hasta en las charlas de amigos con quienes compartimos las mismas banderas. Es como cierto imperativo supremo que parece esconder este pensamiento: “Ni se nos ocurra confrontar porque si no, perdemos auditorio. Perdemos oyentes. Perdemos clientes”.
Bromas aparte, es llamativo que –en el obrar y en el pensar de muchos bautizados– se vaya extendiendo la tibieza y hasta cierto conformismo, lo que es especialmente alarmante cuando tiene lugar en los corazones de quienes deberían sentirse deseosos de cumplir con su misión profética de anunciar la Verdad, denunciando lo que se opone a ella. En vez de eso, parece privilegiarse la estrategia del marketing: “No confrontemos porque ‘queda mal’”. Pero, ¿la verdad es un “producto para vender”?
Esta consigna queda al desnudo ante un simple interrogante. ¿Por qué no confrontar? ¿No confrontar acaso para pretender hallarnos en una cierta calma paradisíaca de amorosa convivencia con quienes piensan muy distinto, promoviendo la cultura de la muerte? Si este es el motivo, no parece muy distinto a fingir. Contrariamente, de la Biblia misma surge que nuestra vida, lejos de ser un apacible camino, es un campo de batalla; un constante militar contra demonio, carne y mundo. ¿No es acaso una milicia lo que hace el hombre sobre la tierra? (Job 9,1).
¿Qué es lo propio de quien recibe la Verdad? Lo propio es vivir según ella, practicarla, predicarla, difundirla. Confrontar es, así, la casi espontánea e ineludible consecuencia de recibir la verdad en un mundo que vive contradiciéndola. No nos engañemos. Es imperioso que la Verdad sea dicha, sea elevada, sea exaltada y coronada ante la mentira, el error y la confusión. Lo que es y “lo que no es” entran siempre en colisión, de modo que lo falso no puede sino caer “como un rayo”, como cayó el enemigo mismo, según las palabras de Cristo (Lc. 10,18). Tan necesario, tan justo, tan debido es que la Verdad sea dicha, que si ya no quedara en el mundo ni un sólo cristiano con el valor suficiente para decirla en alta voz, entonces, no cabe duda, las piedras gritarían.



Solemos escuchar en reuniones o charlas de temas provida, muchas veces de manera bienintencionada, que no debemos confrontar. Pero, en definitiva, ¿qué es confrontar? Confrontar es poner una cosa delante de otra. En el campo de la defensa de la vida, ponemos las falacias de la cultura de la muerte frente a las verdades que brotan del plan de Dios para así dar por tierra con todas esas falsedades ideológicas. Así, la verdad –que no es otra que Dios mismo– termina brillando. Esplende. Desde la época de los más primitivos procesos judiciales, el confrontar resultó siempre un medio no sólo eficaz sino hasta necesario para llegar a lo cierto y, en consecuencia, impartir justicia. Agotados los medios pacíficos, no querer confrontar es una actitud que puede interpretarse como un desinterés por conocer. Y dado que el conocimiento tiene relación con la verdad, este desinterés implica también un desinterés por la verdad misma.
No querer confrontar cuando es obligatorio hacerlo es propio del alma que –aunque reconozca intelectualmente la verdad– prefiere no arriesgarse en cuanto a su testimonio, no sea que pierda amistades por decir lo verdadero. El ejemplo paradigmático –y muy adecuado para este inicio de Semana Santa– es Poncio Pilatos. Pilatos pasa a la historia como el que “no confronta”. No tenía la misma maldad de Herodes (a quien Cristo llamó “zorro”) pero, sin embargo, no quiso atraer alguna enemistad ni perder favores, convirtiéndose así en cómplice del mayor crimen de la Historia. Bajo las condiciones ya señaladas, no confrontar puede ser un síntoma tanto de relativismo –en tanto revela desinterés por la verdad– como también de mediocridad, pusilanimidad, cálculo, especulación. Revela falta de esperanza, falta de confianza en la propia verdad, falta de confianza en la fuerza demoledora de la verdad.
En contraposición, tenemos el evangélico ejemplo de la voz que grita en el desierto: San Juan Bautista, quien precisamente por confrontar con quienes obraban el mal, perdió su vida y conquistó la eternidad. ¿No se enfrentó acaso Santo Tomás Moro con un Enrique VIII, enfermo de poder, que le hizo pagar con su propia sangre la osadía de decir la verdad? ¿No confrontaron Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Atanasio con quienes desnaturalizaban tanto las verdades de la fe como otras verdades propias del orden natural? “Suma contra gentiles” tituló Santo Tomás a una de sus obras. ¿No era precisamente una invitación a la confrontación?
El santo grito de “¡Viva Cristo Rey!” –con el que tantos mártires entregaron su vidas–, ¿no fue acaso un confrontar a voz en cuello con el mundo que niega a Nuestro Señor la Realeza que le es propia?

*         *         *

Cristiano que lees estas líneas. No te dejes confundir ni te confundas tú mismo. Agotadas las instancias anteriores, nadie puede prohibirte confrontar enérgicamente con quienes legitiman el aborto, la anticoncepción, con quienes pretenden naturalizar comportamientos antinaturales. Es una acción propia de tu militancia por el Reino. Si no confrontas hoy –cuando a nuestros jóvenes se los pretende sodomizar, cuando a nuestros ancianos y enfermos se los aniquila, cuando a nuestros niños se los asesina antes de nacer, cuando se pisotea nuestra fe y se escupe sobre nuestros sagrarios–, si no confrontas ahora, si no luchas ahora, ¿cuándo lo harás?
Para acicate de nuestras adormecidas conciencias, S. S. León XIII dejó estas palabras:

“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha”.

Julieta Gabriela Lardies
Delegada RFF – Misiones

Juan Carlos Monedero (h)
Colaborador de la RFF-Misiones

jueves, 6 de abril de 2017

¿Salvación dentro o fuera de la Iglesia? Respuesta teológica a este interrogante

Querido amigo, te escribo por una pregunta. Me interesa profundizar sobre el tema de "la Salvación dentro de la Iglesia como única depositaria de la Verdad", buscando también lo enseñado por la Iglesia Católica en sus propios documentos. Te explico porqué. Hoy por la mañana recibí un llamado telefónico de una persona de muy buena fe y excelente colaborador, comentándome sobre una discusión sostenida anoche con un sacerdote diocesano. Según el cura, la salvación podría encontrarse dentro de la Iglesia pero también en otros credos. ¿Me explico? Gracias desde ya.

Querido amigo:

Existe un adagio importante que dice 'Fuera de la Iglesia no hay salvación (Extra eclesiam nulla salus). Eso significa que fuera de la Iglesia Católica nadie puede salvar su alma, al igual que fuera del Arca de Noé ninguna persona pudo salvarse del Diluvio Universal. En ese sentido, el Arca de Noé (Génesis, cap. VI) quedó como figura de la Iglesia. Ahora bien, formar parte de la Iglesia Católica puede darse de varias maneras lo que no significa que estas maneras estén 'en igualdad' ni que todas sean queridas por Dios 'por igual'.
 La Iglesia Católica fue fundada por Jesucristo (Mt. 16, 18). ¿Y antes? ¿Antes las personas no se salvaban? ¿"No salvarse" equivale a condenarse?
 Hay que ir desmenuzando cada pregunta.
 Es voluntad actual de Dios que la incorporación normal ('normal' en el sentido de normativa: lo que Dios quiere) a la Iglesia Católica sea por medio del Bautismo: pertenencia visible a la Iglesia. En el bautismo se da la gracia santificante. Por eso el apostolado. Por eso la evangelización. Por eso los bautismos desde tan tempranos (8 días desde el nacimiento, según la ley de la Iglesia). "El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de los Cielos" (Jn 3, 5). También dijo Nuestro Señor que debemos bautizar “en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Por lo tanto, es un deber para los católicos difundir los sacramentos: no da lo mismo hacerlo que no hacerlo. Difundir los sacramentos y evangelizar. “¡Ay de mí si no evangelizare!” dejó escrito San Pablo.

Ahora bien. Existe, además, una pertenencia invisible a la Iglesia, punto desarrollado en el documento Dominus Iesus, n° 12 y n° 20.


Aquellos que antes de Cristo fueron justos y siguieron las inspiraciones de Dios en su corazón, fueron salvados, esto es, preservados del fuego eterno. Sin embargo, estos justos recién alcanzaron la vida eterna (esto es, la visión de Dios) cuando Jesús abrió las puertas del Cielo en el Domingo de la Resurrección: Pascua. No antes. Nuevamente: estas personas que se salvaron, se salvaron por los méritos de Jesucristo. Estaban en el famoso "Limbo de los Patriarcas", esperando su redención. Muchos ubican a los hombres justos de la Antiguedad, paganos, filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, a los valientes guerreros romanos, etc.

Respecto de aquellos que hoy en día no pertenecen visiblemente a la Iglesia pero siguen la inspiración de Dios en su corazón:

1) acabarán en la Iglesia (tal es el caso de muchos conversos);
2) o morirán antes, sin bautizarse, pero siendo fieles a la verdad por ellos conocida. Verdades que no pueden menos que conducir a la Iglesia Católica, que ha recibido por la Revelación la "plenitud" de la verdad. 

Por tanto, aquellos que estando fuera de la Iglesia Católica en su faz visible son salvados por Dios, son salvados dentro de la Iglesia Católica considerada invisiblemente. Siempre se salvan por medio de Dios y siempre son incorporados a la Iglesia. Siempre. Si en el momento de morir pudiesen ser ubicados en el segundo caso, perteneciendo a otras religiones[1], no se salvan a causa de esa religión falsa sino a pesar de la religión falsa en la que están. Esto es: su salvación procede de Dios, no de la religión o creencia falsa en la que, sin culpa, se hayan.

“A causa de” y “a pesar de” son cosas muy distintas.

Por lo tanto, sigue siendo verdad que Extra Eclesiam nulla salus.
Cabe subrayar, además, que la salvación siempre es un don de Dios, gratuito, perteneciente al orden de la gracia: el hombre no se salva por sus propias fuerzas. Por lo tanto, esta postura no es pelagiana ni voluntarista.

Lamentablemente hay sacerdotes y teólogos que subrayando o enfatizando esta verdad (porque verdad es) transmiten posiciones o conceptos que son, como mínimo, semi-voluntaristas y semi-pelagianos. Si ya nos es difícil salvarnos con la gracia santificante –bautismo, sacramentos, etc.–, más aún lo es para quien deba mantenerse según el orden natural y su recta conciencia… Sobre todo teniendo en cuenta que hay un Acontecimiento Supremo que se impone a toda consideración: Cristo se ha encarnado, Cristo ha padecido, muerto y resucitado, y ha fundado su Iglesia por algo. No para nada, no para que "juguemos" a ver si nos salvamos por la sola naturaleza. Por lo tanto, no todo es igual en relación a los tiempos de los justos del Antiguo Testamento.
Si alguien se salva sin sacramentos, se salva por los méritos de Cristo: para salvarse sin sacramentos, tal persona debe estar en estado de “ignorancia invencible” respecto de la verdadera Fe: es decir, que no se le haya predicado jamás de Cristo o que se le haya predicado mal de Él (que es lo mismo).

Sólo así, sólo entonces, con recta conciencia, puede salvarse sin estar visiblemente incorporado.

Es importante que advirtamos que esto es “el caso del caso del caso”: por lo tanto, EQUIPARAR este “caso del caso del caso” con lo que Dios desea de manera preferencial… ése, exactamente ése, es el error. ‘Escondemos una verdad detrás de otra’ si subrayamos esta excepción en detrimento del papel de la gracia santificante. Si esto se hace de manera consciente, se trata de una perversión muy sutil del hábito intelectual: sólo alguien con gran preparación puede hacerla.
 La apariencia de ortodoxia de estos planteos está dada por la siguiente táctica: ciertos teólogos y/o sacerdotes enfatizan una verdad hasta oscurecer otra. Se cuidan, sin embargo, de negar la verdad que desean oscurecer. Como no la niegan pero ciertamente la eclipsan, se mantienen en el límite: así ‘surfean’ las dificultades.
En este caso de excepción, como se dijo, tiene lugar una incorporación invisible a la Iglesia Católica. Por lo tanto, siempre se salva en la Iglesia Católica. Me parece importante que leas la declaración Dominus Iesus de Juan Pablo II, que mencioné más arriba:

La declaración sostiene que, en ciertas ocasiones, "se elaboran algunas propuestas teológicas en las cuales la revelación cristiana y el misterio de Jesucristo y de la Iglesia pierden su carácter de verdad absoluta y de universalidad salvífica, o al menos se arroja sobre ellos la sombra de la duda y de la inseguridad" (N° 4). Por tanto, es importante evitar todo tipo de ‘indiferentismo religioso’, según el cual una religión daría lo mismo que otra. Podemos defender esta verdad mostrando el absurdo a dónde nos lleva su negación.

  • Si fuese verdad que Cristo salva sirviéndose de instrumentos tales como la Iglesia pero también utilizando otras iglesias o religiones, ¿por qué Dios se tomó la molestia de encarnarse y fundar su propia Iglesia? Si la salvación es igualmente accesible a los que están en una Iglesia fundada por Dios y a los que están en una Iglesia no fundada por Dios, ¿para qué Dios fundó su propia Iglesia?

Un abrazo
Juan Carlos




[1] Cabría distinguir entre aquellas religiones falsas ajenas e independientes al cristianismo (budismo, religiones politeístas antiguas, etc.) de aquellas sectas que se separaron del catolicismo. No es lo mismo una secta o una herejía que tuvo su origen histórico en el catolicismo pero que luego se separó que una religión politeísta en la que simplemente los hombres adoran/adoraron fuerzas de las naturaleza.

lunes, 3 de abril de 2017

La pintada callejera y el graffiti político - Por Juan Carlos Monedero (h)

La pintada callejera
y el graffiti político

Por Juan Carlos Monedero (h)

Con sus lógicas variantes y diferencias, reconocemos que pintadas callejeras y graffitis responden –en su mayor medida– a los siguientes grupos:

  • kirchnerismo;
  • izquierda no kirchnerista, en sus numerosas fracciones;
  • anarquismo;
  • grupos abortistas y de lesbianas;
  • nacionalismo católico.

Primeras protestas y amenazas en paredes

La pintada en murales y paredes tienen una larga tradición. Ella evoca una acción muy primitiva: los primeros trazos del hombre en la piedra de las cavernas. Por lo demás, también encontramos un ejemplo en la Sagrada Escritura. Leamos la historia relatada en el libro sagrado de Daniel:


“El rey Baltasar dio un gran festín en honor de sus mil dignatarios, y, en presencia de estos mil, bebió vino. Bajo el efecto del vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata que su padre Nabucodonosor se había llevado del Templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey, sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas. (…)
Bebieron vino y alabaron a sus dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de madera y piedra” (Daniel V, 1-4).

Entonces, ocurrió lo siguiente:

“De pronto aparecieron los dedos de una mano humana que se pusieron a escribir, detrás del candelabro, en la cal de la pared del palacio real, y el rey vio la palma de la mano que escribía” (Daniel V, 5).

Ninguno de los sabios del rey podía descifrar el mensaje, de modo que el profeta Daniel fue convocado para hacerlo. Así, el profeta reprocha al rey su actitud con estas palabras:

“Habéis celebrado a los dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra,
que no ven ni oyen ni entienden, pero no has glorificado al Dios
que tiene en sus manos tu propio aliento y de quien dependen todos tus caminos.
Por eso ha enviado él esa mano que trazó este escrito” (Daniel V, 23-24).

Luego Daniel revela el significado de la escritura:

“La escritura trazada es: Mené, Mené, Teqel y Parsín.
Y ésta es la interpretación de las palabras:
Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin;
Tequel: has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso; Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y los persas. (…) Aquella noche fue asesinado Baltasar, el rey de los caldeos” (Daniel V, 25-30).

           La pintada y el graffiti pueden ser, pues, formas de denuncia, protesta e incluso amenaza. Expresan afirmaciones y oposiciones.



No todos son afines a estas formas

Es evidente que otras corrientes de pensamiento ideológicas –como el liberalismo y los partidos de este signo– encuentran su comodidad en terrenos distintos. Las pintadas callejeras parecen ser propias de un pensamiento pugnativo, vigoroso, tanto para bien como para mal. En nuestro país, la única fuerza política que doctrinaria e intelectualmente se opone a las izquierdas y al anarquismo en el plano de las pintadas y el graffiti político, es el nacionalismo católico. Los liberales no disputan por paredes, tal vez porque la connotación misma de la pintada –una connotación militante– desnaturalizaría ipso facto su pensamiento. También existen personas, de excelente formación y muy cercanas o afines al nacionalismo, que no aprueban las pintadas como método de comunicación de ideas.

Un ejemplo histórico: el Mayo francés

En la línea de un acercamiento a nuestro tema, veamos algunas consignas clásicas. El Mayo Francés (1968) popularizó: “Prohibido prohibir”, “Pidamos lo imposible” y “La imaginación al poder”. La primera consigna es clara: todo está permitido, todo se puede hacer. Mejor dicho: todo lo que en el pasado nuestros padres y abuelos consideraban prohibido, malo, inmoral, deshonesto se puede realizar. Esto incluye, en primer lugar, la legitimación de un comportamiento sexual desordenado y el consumo de estupefacientes. Todo se puede decir: cabe el “derecho” a despreciar a la propia nación, a Dios, a los principios morales, etc. Como ya lo había dicho Bernard Shaw:

“la regla de oro es que no hay reglas de oro”.
  

Como se ve, estas consignas –breves y contundentes– permiten sintetizar el pensamiento sin perder por ello fidelidad. En el Mayo Francés hay un repudio a todo límite por el sólo hecho de ser límite. No importa qué sea lo que se pretenda limitar: todo está permitido. No importa por qué se lo pretenda limitar: no hay justificación para limitación alguna. No importa durante cuánto tiempo: ni un sólo segundo debe haber restricciones. No importa de qué modo: ningún modo es aceptable. Para esa corriente progresista de los 60’, no hay libertad con límites.
Por una paradoja no casual, este rechazo a la mentalidad tradicional no puede sino “recaer” en formas de expresión tradicional. Es evidente que, si está prohibido prohibir, entonces hay algo prohibido. Algo, lo que sea, pero hay algo. Y si hay algo prohibido, entonces hay límite. Pero si hay límite, aún estamos –mal que les pese a estos sofistas, que conducen a lo que Díaz Araujo llama la rebelión de la nada– dentro de algún orden. Podemos discutir si tal orden es mejor o peor que otro, si tal límite debe estar más allá o más acá, si correspondió colocarlo en ese momento o en otro. Pero la necesidad del límite –y, por ende, del orden– no puede siquiera ser negada sin contradicción.
La segunda consigna puede ser entendida junto con la tercera. Esta última –La imaginación al poder– expresa, en otros términos, la misma idea que hemos comentado. En efecto: si la imaginación es el terreno de lo posible, si la imaginación es el hábitat natural de las grandes ideas –y de las utopías que no pueden ser controladas por nada–, entonces esta imaginación debe conducir. Todo límite debe estirarse adecuando la realidad a la imaginación, oportunamente definida como libre y sin cadenas. Que la realidad se ordene a la imaginación: ella tiene el poder. Pidamos lo imposible, pidamos lo que no puede ser. La imaginación manda, no la realidad, imaginación previamente diluida en el caos de una interpretación sin hecho a interpretar (Nietzsche) y de un pensamiento que ya no piensa el ser sino que se piensa a sí mismo.

Un intento de clasificar los mensajes callejeros

Pasemos ahora a una clasificación, sin duda preliminar, de estas consignas y pintadas. La siguiente división no es excluyente: una misma consigna puede estar dentro de varias clasificaciones.

CONSIGNA

  1. Dirigida: 1) a los propios; 2) a los ajenos
  2. Que afirma un bien indiscutible
  3. Que propone algo imposible
  4. Disyuntiva
  5. Ingeniosa
  6. Fuerte
  7. Nominal
  8. Combativa
  9. Testimonial
  10. Que marca definiciones
  11. Categórica
  12. Victimista
  13. Agresiva
  14. Aritmética
  15. Humorística
  16. Eufónica
  17. Desafiante
  18. Contestataria
  19. Relacional
  20. Que admite una lectura positiva
  21. Que expresa una verdad para defender una mentira
  22. Planteada favorablemente
  23. Que se adjetiva negativamente a sí misma.
a.      Dirigida: 1) a los propios; 2) a los ajenos: si la consigna expresa ideas propias con lenguaje propio, se desentiende del qué dirán adversario. Su fin es consolidar el campo amigo. Por ejemplo: Filmus, Tomada, Cristina a la rosada. La palabra “Tomada” y “rosada” producen la rima correspondiente, dando mayor atracción a la consigna y permitiendo cantarla. No está pensada para quienes no sean kirchneristas, de forma tal que la consigna no expresa un qué. Declama, simplemente, sin pretensiones de justificación alguna.

Otros ejemplos: Néstor vive ó Gracias Néstor, Fuerza Cristina. Esta última distingue muy bien: al primero, se le agradece por todas las cosas buenas que habría hecho. Y se le reclama “fuerza” a la segunda, porque “todavía tiene que seguir luchando”. Un ejemplo de la izquierda no kirchnerista es: Mariano Ferreyra presente. Juventud PTS. Entre los grupos malvineros, por ejemplo, la consigna Malvinas Volveremos. Los grupos católicos han pintado también Dios y Patria, Argentina Despierta.


 El efecto de estas consignas es confirmar a quienes ya están de acuerdo con las ideas implícitas del movimiento o del partido político. No es, por tanto, una consigna que “salga a la caza” de nuevas adhesiones.
Sería un grave error subestimar este tipo de leyendas señalando la ausencia de una argumentación. Parezca lo que nos parezca, estas expresiones son observadas varias veces a la semana por los que viajamos por la ciudad, es decir, cada vez que ven las pintadas o graffitis: todos los días. Son un recordatorio y una motivación. Es algo semejante a lo que sucede con una propaganda de productos de limpieza: resulta extremadamente aburrida para los varones, lo que no impide que interese a las amas de casa. ¿No pasa lo mismo con infinidad de publicidades dirigidas a las mujeres? Que nada diga al varón no significa que a nadie le llame la atención.

En cambio, estando la consigna dirigida al adversario, la misma puede constituirse como un desafío o una réplica a determinadas cuestiones, pendientes o actuales. Escribir: Yo tampoco soy neutral (como lo hicieron en algún momento los kirchneristas), consolida el campo propio, por supuesto, pero principalmente iba dirigida a los opositores. Entre líneas, podemos leer este mensaje: “digan lo que quieran, yo estoy con ella y no me importa quedar como ‘el que no es neutral’. Yo tomo partido: Cristina”.
Cabe decir que en estas expresiones, el kirchnerismo reflotó verdades que estaban algo olvidadas. Una de esas verdades es que el hombre que no se compromete con nada es llamado, eufemísticamente, neutral. En efecto, existe cierta caracterización del “sabio” que lo presenta como un hombre frío, aséptico, que se mantiene siempre al margen de las posiciones más comprometidas. La consigna desafía esta idea y, a nuestro entender, en este punto le cabe completa razón. Lo mismo respecto de Yo voto Alfonsín: “lo voto y no tengo problema, me hago cargo”. Otro tanto la consigna kirchnerista En la vida hay que elegir.
Un análisis más profundo agregaría que en la vida hay que elegir bien. Y que no es lo mismo elegir bien que elegir mal: no tiene sentido alabar el mero acto de elegir. Y no tiene sentido porque hacerlo implicaría alabar un acto por el solo hecho de que es un acto. En fondo, indudablemente, hay cierto voluntarismo, según el cual el contenido de lo que se hace pasaría a no importar nada: “Hacé lo que sientas. No importa qué. Lo que sí importa es que te comprometas con ello”.
La fortaleza sin justicia es palanca para el mal, dice San Agustín.

b.     Que afirma un bien indiscutible: pensemos en la consigna del radicalismo para las elecciones de 1983, en las que triunfó el extinto ex presidente Raúl Alfonsín. Somos la vida. ¿Quién podría estar en contra? El poder de la consigna yace en la asociación implícita de ideas: si Alfonsín es la vida, quienes se le opongan no pueden representar sino a la muerte.

Otro ejemplo –aunque no idéntico– es Todos los genocidas presos YA, consigna que suele aparecer firmada por el Partido Comunista Revolucionario. Nuevamente, la consigna –como tal, esto es, teóricamente– es irrefutable. Aquí, sin embargo, se dice una verdad para defender una mentira (Ver U). De lo que se trata es, precisamente, –y esto es un punto permanentemente eludido por la izquierda en este debate– de probar que los militares acusados de desaparición de personas sean culpables del delito de "genocidio". Y la izquierda –evidenciando la absoluta falta de escrúpulos a la hora de pisotear las garantías que dice defender cuando los acusados son otros– da por supuesto este punto esencial y condena de antemano a los acusados.
A diferencia de otras consignas, cuya perversión se encuentra en la elaboración conceptual misma, aquí puede puntualizarse algo más. La catalogación de las Fuerzas Armadas como genocidas es una de las armas de la guerra semántica desatada por las izquierdas en nuestro país. En lógica, este recurso se conoce como “definición persuasiva”. De ella se puede decir lo que Nicolás Gómez Dávila decía de la democracia: los conceptos implicados en la historia reciente de nuestra patria no tienen finalidad especulativa alguna. Todas sus tesis son “argumentos de litigante” y no veredictos de juez.

c.      Que propone lo imposible: tanto momentánea como absolutamente imposible. Cuando la izquierda empezó a pintar Cárcel para Pedraza, era evidente que el proceso judicial estaba recién comenzando. El kirchnerismo, saliendo a pintar Cárcel para Magnetto, no desconoce, obviamente, que tal cosa era imposible. Ellos saben que tales cosas no son factibles, al menos a corto plazo. Lo mismo respecto de: Libertad YA! A Romina Tejerina, retraso que celebramos. Otro tanto de Reforma del estatuto YA! Sin embargo, aunque las condiciones para que estos objetivos se den estén lejanas, quienes formulan tales consignas pretenden instalar la idea de un reclamo por ellas. Como un conjuro, la palabra precederá a la realidad.

d.     Disyuntiva: Cristina o nada, Filmus o la derecha, Patria o FMI, Patria o Privatizadas. Estas dos últimas, además de ser disyuntivas, merecen unas palabras extra, ya que en rigor expresan una verdad para defender una mentira. Porque el kirchnerismo –que pintó estas consignas– no representa la Patria ni ha sostenido una soberanía económica que entre en pugna con el FMI, como tampoco ha dejado de favorecer negocios privados a expensas del bien común. Sin embargo, en teoría, es completamente correcto sostener "Patria o FMI y Privatizadas". También se pintó, en este sentido, consignas como Liberación o Dependencia, Patria o Buitres, con ocasión de la pugna judicial entre el Estado Argentino y los especuladores económicos internacionales. El ejemplo clásico de un graffiti disyuntivo fue el famosísimo "Braden o Perón", pintado en los años 40'. 





e.      Ingeniosa: por ejemplo, Usá casco, que la educación se cae a pedazos. La consigna se mofa de la quienes conceden espacio en su discurso a temas considerados secundarios --como la precaución de los motociclistas--, dando a entender que se habla mucho de un tema de protección física del cráneo, mientras que la protección intelectual de las cabezas de los chicos está absolutamente fuera de la agenda política. En síntesis: “que la educación se vaya al demonio, pero eso sí: no te lastimes la cabeza en la calle”.

La pintada Todo preso es político es otro botón de muestra, graffiti que expresa una idea muy cara al anarquismo. Si el concepto de “preso político” mentaba a aquella persona que padecía la prisión por haber hecho algo que no lo merecía –pero manteniendo que había otros presos, no políticos, que legítimamente estaban tras las rejas–, el anarquismo viene y sube la apuesta. ¿Cómo la sube? Diciendo que todo preso está en estas condiciones. De ahí que el anarquismo rechace la existencia misma de las cárceles: para ellos, las cárceles no están mal. Son un mal.


 En el mismo sentido el otro graffiti anarquista: No al matrimonio, gay o no gay. En la gran pugna entre quienes defendimos el matrimonio “como Dios manda” y ese otro engendro antinatural –que algunos insisten en llamar igualitario ingresó también el pensamiento anarquista. Pero no ingresó para ponerse del lado de ninguno sino para patear el tablero: “No queremos matrimonio. No se trata si es homosexual o no. No queremos ningún compromiso, ninguna cadena que nos ate, ningún límite que nos coaccione. Ustedes plantean una controversia falsa. Viven un espejismo”. Una nueva muestra de esta incapacidad de sacrificio –elevada a la categoría de ideología–, pero que por lo menos posee coherencia ideológica.
Otro ejemplo es la pintada anarquista registrada por Tribunales, más precisamente en la chapa del negocio de Lavalle, esquina Talcahuano: ¿Para quién se hizo la cárcel? Si el rico nunca entra y el pobre nunca sale. Es un graffiti inteligente y destapa una cuestión absolutamente verdadera: el hombre en mejores posibilidades económicas está mucho menos expuesto a recibir la prisión que el pobre.
Sin embargo, esta verdad es pervertida en manos del anarquismo. Como muchas otras. Porque la verdadera conclusión que se sigue es que la justicia debe ser imparcial y condenar a todos los culpables, sean ricos o no. Mientras que los anarquistas –hombres de razonamiento pero huérfanos de intuición– deducen algo completamente distinto: la abolición de las cárceles. Pretenden tirar abajo las cárceles, a la vez que instalan la sospecha de cierta premeditación en el sistema judicial: como si hubiese sido “pensado” –desde el inicio– sólo para los desfavorecidos económicamente. Postura insostenible –a pesar de que grandes corruptos eludan cómodamente el castigo– pero que ante muchos ojos parece tener fundamento.
Hay un ejemplo, muy actual, que rebate esta idea: el caso de Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI entre el 1/11/2007 hasta 19/5/2011. Un hombre poderoso, sin duda, que no ha podido tapar las investigaciones en su contra.

f.       Fuerte: Dame una mano, dame la otra, dame un gorila que lo hago pelota (1973), Ni un paso atrás. El bando de los rojos, en la Guerra Civil Española, pintó No pasarán. Y luego de la gran victoria nacional de 1936 –la derrota más importante del Comunismo en el siglo XX–, los católicos españoles –los nuestros– pintaron con orgullo: Pasamos.

g.     Nominal: pretende dar a conocer el propio nombre. Marca territorio, es una pintada que simplemente registra la presencia. Registra simplemente que, por allí, los militantes pasaron. Estuvieron. Están. Se pinta JP Lanús, La Cámpora Palermo, MIR, Colectivo Político Ricardo Carpani, Las Rojas, JP Desca, etc., sin consigna que acompañe. Pueden ser publicaciones también, como Lea ‘Hijos del Pueblo’, que además de presentar el nombre, indica una acción.

h.     Combativa: mantienen la propia moral alta, como por ejemplo la que pintó la izquierda en 1974, luego de Trelew. A un guerrillero no se lo llora, se lo reemplaza. Luego llorarían a sus guerrilleros (homicidas o cómplices, culpables materiales o partícipes necesarios, desaparecidos o no desaparecidos), denominados eufemísticamente como “jóvenes idealistas”. Actualmente, podemos leer por las calles de la Avenida de Mayo la consigna Por otros 10 años de Lucha. Juventud Guevarista.

i.       Testimonial: la FEDE pintó en Tribunales 90 abriles haciendo la revolución. Aún sabiendo que se exponen la crítica de venir luchando hace décadas sin conseguir sus fines, apelan al testimonio. También la consigna Seguimos luchando por el socialismo. En ese Seguimos está implícita una gran cantidad de connotaciones: “Seguimos, a pesar de lo que hay en contra. Seguimos, a pesar de los que se fueron. Seguimos a pesar del paso del tiempo. Seguimos a pesar de todo”.

j.       Que marca definiciones: la consigna Kirchner+Macri= desfinancian la educación es, en boca de la izquierda no kirchnerista, el modo de plantar bandera ante dos tipos de enemigos. El enemigo ideológico, Macri, y el enemigo que finge ser lo que no es: Kirchner.

La izquierda anti K, desde hace muchos años, está muy preocupada y trabaja mucho para no ser considerada sinónimo del kirchnerismo: evidentemente, en muchos terrenos –sobre todo el cultural–, hay sorprendentes coincidencias. La tesis de la izquierda anti K es la siguiente: el kirchnerismo “utilizó” y “pervirtió” las banderas por las que ellos siempre lucharon. En ese sentido, la izquierda anti K fue uno de los problemas más serios del entonces oficialismo, porque representaba la dura e implacable crítica ‘de los que podrían estar con nosotros’ pero 'no están'. En una palabra: el palo desde el propio gallinero (Jorge Lanata es, en ése sentido, uno de los referentes más importantes). Otro ejemplo es: El kapitalismo K mata. O, mejor aún: Kirchner-De la Rúa. La lucha continúa.
Otra consigna que marca distancia es Ni votos ni botas, propia del anarquismo. Expresa el repudio tanto a la salida democrática como a las Fuerzas Armadas. En 1973, antes de las elecciones, la Juventud Peronista –que pujaba por continuar las acciones terroristas y subversivas– pintó: Ni votos ni botas. Fusiles y pelotas.
Cuando Perón llegó al poder, el gran demagogo les hizo llegar el mensaje de que ya terminó la cosa: podían ser guerrilleros cuando su acción desestabilizaba gobiernos "no populares" (o sea, no peronistas). Como es obvio, esto causó una enorme crisis interna entre peronistas de izquierda. La gota que rebalsó el vaso fue el asesinato de José Ignacio Rucci, el 25 de septiembre de 1973. En este contexto cobra sentido el graffiti.

k.       Categórica: La estructura de estas consignas es “Sin A no hay B”. Es una de las consignas más fuertes, porque con muy pocas palabras introduce ideas-fuerza y razonamiento. De por sí es muy expresiva. Ejemplos: Sin López no hay DDHH, Sin clientes no hay trata, Sin justicia no habrá paz. Esta última es claramente una velada amenaza: “hasta que no nos den justicia, nosotros no les daremos tregua”. Desde otra posición doctrinaria, se ha pintado también: Sin familia no hay patria, Sin familia no hay Nación.

l.       Victimista: aquellas que presentan determinados personajes como perseguidos: Basta de perseguir a Quebracho; 8000 procesados por luchar.

m.   Agresiva: atacan, simplemente. No poseen ninguna justificación, son sólo dardos. Macri fuera, Macri facho, Macri vago, Macri Gato, Macri asesino, Macri es un rufián. Reflexioná tu voto, Fuera Policía Fuera, Clarín miente, ¿Sabés qué hacía Clarín hace 35 años?, Cobos traidor saludos a Vandor.

Augusto Timoteo Vandor (a) El Lobo, peronista desde los años 40, tenía una función clave en la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). Fue asesinado en 1969, "acusado" de proponer un peronismo sin Perón. Pintadas agresivas fueron también dirigidas a José Ignacio Rucci: Rucci traidor saludos a Vandor. Cuando Cobos votó contra el oficialismo en el marco de la ley del campo, también fue agredido con la consigna: Cobos traidor saludos a Vandor.

n.     Aritmética: expresan asociaciones en términos matemáticos, como Macri+Tinelli= Videla. También: Clarín, Macri, Griesa = Fondos Buitre. Son burdas pero favorecen una mentalidad de refrito ideológico.




o.     Humorística: Sonríe, Dior te ama; Mi amor, no puedo vivir sin voz. (Pavarotti); El alcohol tiene hormonas femeninas, porque cuando uno toma mucho maneja mal y habla estupideces;Me enferma la gente que no da la cara. (Anónimo); Si un pájaro te dice que estás loco, debes estarlo, porque los pájaros no hablan; La única prueba de que los psicoanalistas están más cuerdos que sus pacientes es que ellos son los que cobran; Se está muriendo mucha gente que no se había muerto antes; Si Mahoma no va a la montaña, es que le tira más la playa.

Otras son: Prefiero un mayo francés a un julio argentino. En el segundo caso, además de humor hay una preferencia y una distancia que son propias de determinado pensamiento. El efecto favorable del humor redunda en beneficio de esta postura. El ataque a la figura de Julio A. Roca proviene de sectores indigenistas, no de los críticos del liberalismo. Lo mismo la consigna: Ladrones abstenerse. El estado no admite competencia. Remite a esa idea anarquista de que el Estado es ladrón por esencia.

p.     Eufónica: Son aquellas que suenan bien, ya porque riman, ya porque juegan con términos antónimos. Ejemplos: Ni machos ni fachos. La diferencia es sólo de una letra. Breve y concisa, recuerda aquella frase: El machismo es el fascismo de entrecasa. La devaluación de la palabra fascismo se utiliza para ensuciar al varón.

Otra: Soy lesbiana porque me gusta y me da la gana. Expresa la falta de necesidad de justificar el lesbianismo ante la sociedad. No se necesitan “razones”: simplemente, lo quiero.
Otra: Ni a planchar, ni a lavar. A la calle a luchar, consigna feminista. También la consigna Madres de la Plaza, el pueblo las abraza, surgida al calor de la investigación de los desfalcos de Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender. A esta consigna, la agrupación nacionalista Vanguardia respondió: Chorras de la plaza, el pueblo las rechaza. También puede agregarse la consigna 2011-2001 ¡No se fue ninguno!



q.     Desafiante: cierta consigna pintada en la calles de San Telmo reza Éramos chicas buenas. Ya no, acompañada de una imagen de dos mujeres. ¿Qué nos dice?: “Tal vez, en el pasado, cuando aceptamos la educación que uds. nos inculcaron, fuimos diferentes. Pero ya crecimos. Somos distintas. Nos independizamos, nos liberamos de conceptos arcaicos y estrechos. Lo que uds. denominaban chicas buenas, éso, eso mismo, hemos dejado de serlo. Ahora somos malas. Y repudiamos las categorías de bondad y maldad con las que uds. nos criaron. ¿Tienen algún problema? No nos importa”.

Otra consigna de este estilo es Los medios son de ustedes. Las paredes son nuestras, la cual –a decir verdad– es excelente. Imposible no pensar en la consigna de San Atanasio: Ellos tienen los templos, nosotros la fe.

r.       Contestataria: la pintada No está bueno Buenos Aires, es la réplica a la consigna macrista. Es un timbre de alerta para el PRO: “miren que uds. dijeron tal cosa. Y la cosa no cambia. No lograron sus objetivos. Y nosotros se lo decimos”. Otro ejemplo fue No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y montoneros (en aquel entonces, la derecha peronista le endilgaba a la izquierda que eran maricones y drogadictos. Hoy, el kirchnerismo –nieto de aquella izquierda– defiende el seudo matrimonio entre homosexuales y la despenalización de la marihuana).

También el oficialismo elaboró –frente al Crispación, que calificaba a CFK como una mujer crispada, nerviosa, intolerante– su Cris Pasión, respuesta consistente en afirmar que la energía que le reprochaban los opositores provenía de la pasión con que “Ella” gobernaba.




s.      Relacional: por ejemplo, West es López Rega.

t.       Que admite una lectura positiva: la pintada Si no te moves, no notás las cadenas. La escriben los anarquistas. Consigna: “Nacemos esclavos, encerrados en una prisión lo suficientemente amplia si uno no la estudia pero lo suficientemente estrecha si uno decide escarbar en su naturaleza. Los que no se mueven están cómodos pero esclavos. Los que se mueven, comienzan a advertir que están maniatados”. Hace recordar aquella frase de Quien medita su prisión, de ella saldrá. La precitada consigna Los medios son de ustedes. Las paredes son nuestras admite también una lectura positiva.

u.     Que expresa una verdad para defender una mentira: son las más peligrosas. En algunos casos sirven para demostrar que algo es tan verdadero que hasta el enemigo lo ve. En otros casos, la mayoría, son consignas que expresan verdades, dirigidas a un público amplio. Pero que luego, a partir de las verdades, ese público es introducido en cierta ideología disimulada por la propaganda.

Las consignas Ninguna mujer nace para puta ó Ningún pibe nace para chorro expresan dos verdades. Lo mismo la consigna No quiero tu piropo. Quiero tu respeto. Evidentemente, las mujeres deben esperar del varón mucho más. El problema es que, una vez que aquella mujer ingrese en “el corazón” de tales ideas, es sumergida en el odio a la maternidad, a la femineidad, en la aversión del varón, etc. Se critica un mal pero, a la par, se promueve otro.
Las Rojas promueven, entre otras, consignas como Desmantelamiento de las redes de trata ya! Nuevamente, lo criticable no es el objetivo propuesto sino el cosmos semántico que impulsa estas propuestas. Esto es, lo que hay detrás o “por debajo” de estas ideas: el aborto, el lesbianismo, la lucha de clases llevada al terreno sexual, etcétera.
Pensamos lo mismo respecto de Basta de gatillo fácil. Si por “gatillo fácil” entendemos el abuso de poder por parte de la policía, ¿quién podría estar de acuerdo? Pero suele denominarse “gatillo fácil” todo intercambio armado entre policías y ladrones del que se desprenda la muerte de algún ladrón, sin esperar a determinar qué ha ocurrido. La izquierda elabora esta estrategia no porque condene la injusticia del policía que abusa de su autoridad; no porque respetando la autoridad, deplore que la misma cometa excesos. Sino porque odia la autoridad. Y porque odia la injusticia cuando afecta a los suyos, practicando la injusticia cuando afecta a los enemigos. Es evidente que todo aquello que se quiere eliminar queda –deliberadamente– entremezclado.
La consigna Ningún pibe nace chorro parece dirigida a las personas que viven en “villas-miseria”, aunque a su vez es una respuesta a cierto pensamiento muy chato según el cual “los hijos de los ladrones son ladrones”, “a los negros hay que matarlos a todos” y un sinfín de imbecilidades. A este mismo sector desfavorecido social y económicamente van dirigidas pintadas como Con el hambre no se jode, ó también: Con la comida no se jode.
Un caso semejante está dado por el Partido Comunista Revolucionario y su repertorio de consignas antidemocráticas: Votar es legitimar el sistema; No votes. Votá en blanco, anulá o ni vayas; No a la farsa electoral. La pequeñez liberal registra la coincidencia entre el planteo del nacionalismo católico y los comunistas como una "prueba" de la tan agitada “igualdad de los opuestos”, levantando así la bandera de que nacionalismo y marxismo son dos caras de la misma moneda. No perderemos tiempo en refutar esta idiotez. El PCR dice aquí grandes verdades.
Nosotros debemos tener en cuenta que las dice a pesar de su ideología y no debido a su ideología. Lo que coincide es el diagnóstico y no las causas o la fundamentación. Pero de todas maneras, no deja de ser interesante este reconocimiento.

v.     Planteada favorablemente: los piqueteros salen a pintar Basta de criminalizar la protesta social, denominando “protesta social” a la comisión de delitos. Y por otro, llaman a la acción de reprimir un delito con el término “criminalizar”. En el mismo sentido están pensadas Protestar no es delito ó La protesta política no es delito, escondiendo inteligentemente el verdadero quid de la cuestión: ¿cómo protestaron? ¿de qué forma? ¿Traspasando o sin traspasar la ley? ¿Perjudicando o sin perjudicar a otros? ¿Proporcionada o desproporcionadamente?

Su acción es tan indefendible que no queda otro camino que cambiarle el nombre, para que no suene tan mal a los oídos de las personas. La palabra violada, diría Petit de Murat.

w.   Que se adjetiva negativamente a sí misma: Son una variante del desafío y es el tipo de pintada inversa a la que acabamos de ver. Expliquémosla con un ejemplo del siglo XIX.

La consigna unitaria y sarmientina Civilización o Barbarie fue tomada en broma por los federales. Al asumirla frontalmente y sin reparos, la acusación quedaba debilitada.

“¿Ustedes –liberales, iluministas, unitarios, afrancesados– plantean que son la Civilización? ¿Y nosotros, pobrecitos, seríamos los brutos, bárbaros, subdesarrollados? Muy bien.
Ustedes, los Civilizados. Nosotros, la Barbarie. Si ser civilizado es ser como ustedes, prefiero ser un bárbaro. ¿Y qué?”.

Tal desafío dice más que mil palabras, porque la respuesta más generalizada ante la disyuntiva Civilización o Barbarie suele ser –como es hoy, ante otras disyuntivas– la debilidad. Rápidamente, como nadie quiere quedar como “el bárbaro”, dirige todos sus esfuerzos a demostrar que no lo es. Los nervios lo pueden, concentrándose en demostrar que es “tan ilustrado como cualquiera”, en una actitud que acaba pagando tributo a las categorías mentales del enemigo. En síntesis, y salvada la ignorancia, se trata de una vergonzosa genuflexión espiritual.
Los federales, al contrario, se rieron de esta disyuntiva, demostrando así una libertad de espíritu mayor. Esta libertad es la que sus enemigos realmente temían. Porque nuestros gauchos y sus caudillos no tenían el prurito de qué dirán. No los ataban los respetos humanos.
Esta postura puede llevarse a cabo desde lugares muy distintos. Por ejemplo, el kirchnerismo había largado una remera con la consigna Yo también soy de la mierda oficialista. En los años 50, los antiperonistas utilizaron una foto trucada mostrando a Perón junto al boxeador Archie Moore. Los defensores del gran demagogo pintaron entonces: Puto o ladrón, lo queremos a Perón. Algo parecido a la pintada que circuló a posteriori del 14 de julio de 2010, día de la aprobación del seudo matrimonio: Gracias Cristina. Agrupación Putos Peronistas.
Montoneros también pintó, a fines de los 70, la consigna Somos la rabia, sin importarle que fuese la enfermedad que transmiten los perros.
Se trata entonces de subir la apuesta y demostrar que las adjetivaciones del adversario no mellan el propio espíritu. Aunque toda “apropiación” tiene sus límites. Por ejemplo, la palabra vida (asociada a los grupos en pro de la protección del niño por nacer) ha conseguido frutos muy importantes: hasta el punto que los abortistas dedican muchos de sus esfuerzos a despegarse de la palabra “muerte”, con la que directa o indirectamente son relacionados. Aquí tiene lugar el ejemplo inverso de lo que venimos hablando.