sábado, 6 de mayo de 2017

Estrategias culturales y aborto: análisis de su promoción en los MMCC - Por Juan Carlos Monedero

Estrategias culturales y aborto:
análisis de su promoción en los MMCC

Por Juan Carlos Monedero (h)[1]

La defensa de la verdad, la familia, la patria y la Iglesia impone que volvamos a hablar de este tema: si cien veces se habla a favor del aborto –como efectivamente ocurre–, nosotros tenemos que hablar otras tantas en contra. El caso de la psicóloga santafesina de Grávida lo ha puesto nuevamente en la nariz de la sociedad: una niña de 11 años quedó embarazada luego de una violación. Tanto ella como su madre, dos mujeres sencillas, recibieron de grupos abortistas la información de que podía someterse a una “interrupción” del embarazo, sin explicar adecuadamente las consecuencias. Sin embargo, luego de conversar con la psicóloga, ambas se negaron rotundamente a la práctica dado que desconocían que esta intervención acabaría con la vida del hijo[2].
Hablar sobre este tema no significa repetir una consigna solamente, por buena que fuese, sino argumentar, persuadir, desenmascarar las falsedades y falacias. Porque la batalla en torno a la promoción del aborto en los medios de comunicación es, sin lugar a dudas, una batalla retórica: su núcleo es la palabra; su objetivo es convencer al que está escuchando, al que está leyendo, de que el aborto es un derecho o, al menos, una opción posible.
Por lo tanto, lo realmente importante, lo que hace que una persona no practique el aborto –y que además tenga la convicción necesaria para ser voz, justamente, de esta verdad– es que esté persuadida interiormente y con razones sólidas del carácter absolutamente criminal de esta práctica.

Qué sabemos científicamente

“Queremos un Estado Científico en materia de políticas de aborto” vociferan los integrantes de ciertas agrupaciones abortistas.
¿Qué dice la ciencia respecto de la biología humana? El “fruto” de la concepción, o “el producto” de la misma –como algunos lo llaman, pretendiendo despersonalizar al niño por nacer– ¿es un ser vivo? Sí, por supuesto, tiene todas las características –aquellas con las que todos denominamos a los seres vivos–, esto es, nace, crece, se reproduce y muere. ¿Es un ser humano? Sí, porque aunque irresponsablemente se diga que tiene “vida pero no vida humana" es un ser humano, es innegable, no puede ser cualquier cosa. De la fecundación de un óvulo y un espermatozoide no puede resultar ni una paloma ni un elefante. El nuevo ser es tan humano como sus padres, y además es único e irrepetible.
Ahora pensemos en los argumentos, en las palabras, en las expresiones que se dicen al respecto. Desde las páginas de Telesur[3], por ejemplo, se dice que el aborto estaría bien, que sería “un derecho” a partir de las doce semanas, es decir, tres meses. Entre esos datos concretos, que la ciencia biológica y la medicina nos proporciona, cabe también señalar todo lo relativo al crecimiento del niño en el vientre materno. ¿Por qué? Porque muchos proyectos que están a favor del aborto –casi siempre titulados eufemísticamente como interrupción voluntaria del embarazo; incluso ahora le ponen una sigla (I. V. E.)– hablan de aborto hasta las doce semanas (tres meses). Ahora bien, ¿sabemos qué se forma antes de las doce semanas? Saberlo, ¿nos puede dar una pauta de lo que se está destruyendo con el aborto antes de las doce semanas?
Diez semanas después de la concepción, todos los órganos del niño ya están formados y ya están funcionando: a partir de este tiempo, no surge algo nuevo. Los órganos que ya existen aumentan de tamaño y se perfeccionan hasta alcanzar después la pubertad del pleno desarrollo. El sistema nervioso es uno de los primeros en formarse. A través de un electroencefalograma, se puede detectar las variaciones eléctricas seis semanas después de la concepción. Hay científicos que piensan incluso que se podría detectar antes, sólo sería cuestión de poseer medios más poderosos que puedan mostrar lo que sucede realmente. ¿Cómo podemos estar seguros, entonces, de no estar destruyendo una persona si –dados los medios propios de la ciencia– no conocemos en detalle todo lo que sucede antes de ese límite establecido en 12 semanas? Incluso aquello que ya conocemos, que los científicos ya han establecido, indica inequívocamente que estamos hablando de un ser vivo. Con esta información delante de los ojos, que los abortistas reclamen en los medios de comunicación por un “Estado Científico” tiene tanto sentido como que los delincuentes pidan mayores penas para los delitos.

El aborto como un falso dilema

Entonces, tenemos que partir de algunos datos duros, incontrovertibles, que nos indiquen el camino y la solución correcta a estos pseudo dilemas que se nos plantean desde los programas de televisión, las consignas políticas, los artículos periodísticos, etc. Y decimos pseudo dilemas, porque en el fondo no hay ningún dilema, ya que la vida de un inocente –en este caso, un niño por nacer–, bajo ningún aspecto, bajo ningún argumento puede eliminarse de manera lícita. De manera que no hay un dilema: hay un pseudo dilema instalado a través de la constante promoción del absurdo y de la repetición hasta la náusea de casos testigos, como el de esas chicas que tienen 11 o 12 años que quedaron embarazadas. Y la gente todavía se pregunta ¿qué hacemos?, como si destruir a un inocente fuese una posibilidad. Entonces hay que dejar algunas cosas en claro.

La falacia del aborto “en casos de violación”

Cuando una mujer cercana a nuestro entorno familiar –por ejemplo, una cuñada– queda embarazada, la noticia circula entre los seres queridos en una atmósfera de calidez y alegría. Nos abrazamos, nos saludamos, nos felicitamos y nos deseamos lo mejor: una nueva persona ha venido al mundo y la esperamos con ansiedad.
Claro está: cuando el niño ha sido concebido fuera de ese ambiente de amor (un niño no deseado, como los correos electrónicos) ya no es un niño, ya no es persona, ya es una amenaza evidentemente.
La mujer violada –sólo un porcentaje absolutamente mínimo de mujeres violadas queda embarazada– no lo eligió, es cierto, y eso la ley lo castiga: castiga al violador (o debería hacerlo, si no hubiesen jueces cortados por la tijera de Zaffaroni), como podemos ver en nuestro Código Penal (art. 118 y ss.). Ahora bien, el niño por nacer tampoco eligió que lo maten.
Nosotros no podemos cambiar el pasado, no podemos evitar el ataque del violador ni podemos evitar que esa mujer haya quedado embarazada. No podemos cambiar el pasado, sólo podemos actuar en el presente en vistas al futuro. Por lo tanto, no hacemos nada positivo, no evitamos el trauma de la violación si ejecutamos la práctica del aborto; sino que agregamos, a la injusticia de la violación, otra injusticia más que es la injusticia del aborto. Pero con una diferencia: si es grande la diferencia entre la mujer y su agresor, ¿cómo juzgar la situación de inferioridad –realmente descomunal– entre la madre y su hijo no nacido? Su hijo depende de ella para vivir, mientras que la mujer atacada por el violador no. Si es injusta la violación, como lo es; si es injustísima a causa de la desigualdad entre la fuerza de un hombre respecto de la mujer, se puede decir que el aborto es aún peor que la violación, dada la absoluta desigualdad entre la madre y su hijo por nacer.
La violación es una injusticia que la mujer recibe, el aborto es una injusticia que la mujer comete.
Habría que empezar a pensar realmente toda la trama existente detrás de estos actos aberrantes de violación; empezar a cuestionar esta trama. Existe, por ejemplo, un grupo de música que se llama Violadores, con letras que el lector mismo podrá comprobar[4]; asimismo, las personas que cometen estos delitos consumen pornografía, industria completamente legalizada en la Argentina, y muchos psicólogos piensan que existe una vinculación directa. En una palabra, hay que empezar a cuestionar a la sociedad que –de una forma u otra– fomenta a los violadores, o que da alimento, al menos, a sus perversiones. Simone de Beauvoir, la amante de Jean Paul Sartre, decía: "La pornografía es la teoría, la violación la práctica". Lo grave es que, como diría el padre Leonardo Castellani, se ataca las consecuencias al mismo tiempo que se levanta monumentos a los principios que dieron origen a esas consecuencias. Repudiamos la violación, pero la pornografía está legalizada. Repudiamos la violación, pero Simone de Beauvoir tiene su pseudo altar cultural. Repudiamos la violación, pero la ley protege el 'derecho' a la libertad de expresión en materia gráfica. Y así nos va.

La clandestinidad del aborto: refutación

Se le reclama al Estado la legalización o, al menos, la despenalización del aborto, porque “las mujeres abortan igual, aunque sea ilegal, y mueren; ocurren 500.000 abortos clandestinos por año en la Argentina”. Lo único que falta es que los estafadores reclamen la legalización de la estafa porque las personas estafan aunque la ley lo castigue. Evidentemente, que algo suceda “mucho” no puede tomarse como medida para considerarlo normal o bueno. Esto es obvio, pero justamente la propaganda abortista tiene su centro en la problematización de lo obvio. Es una de sus estrategia.
Como han señalado muchas personas que hace años militan contra estas mentiras, debe decirse también que las supuestas fuentes que acreditarían estas cifras son muy cuestionables. En el año 2013[5], por ejemplo, murieron 156.688 mujeres y sólo el 0,03% de ellas en casos vinculados al aborto clandestino: 0,03% no arroja otro que el magro número de 50 mujeres. Si realmente les importase la mujer, se abocarían a la desnutrición, flagelo que se llevó en ese año a 964 personas (419 varones y 543 mujeres). ¿Cuántas veces entra 50 en 543? Casi 11 veces. Es decir, la desnutrición se lleva 11 veces más vidas. La inmensa mayoría de las mujeres que mueren por deficiencias nutricionales son pobres. En el mismo año, siguiendo los datos del Ministerio de Salud, se suicidaron 606 mujeres.
“¡Defendemos a la mujer!” gritan los abortistas. No defienden a la mujer, defienden el pseudo derecho al aborto, no nos engañemos. Si no, algo harían contra la desnutrición, el suicidio y la pobreza. ¿O esas muertes valen sólo si se pueden instrumentalizar para la causa abortista?
Oportuno es recordar, en este apartado, que el famoso y otrora Rey del Aborto –Bernard Nathanson– reconoció que en Estados Unidos los grupos abortistas habían inflado las cifras de aborto clandestino, para así lograr un efecto:

Personalmente, soy responsable de 75,000 abortos. Este hecho legitima mis credenciales para hablaros con alguna autoridad sobre este tema. Yo fui uno de los fundadores de la National Association for the Repeal of the Abortion Laws en los Estados Unidos en 1968.
Una encuesta de opiniones verdadera hubiera descubierto que la mayoría de los americanos estaba en contra del aborto legal. Sin embargo, en cinco años convencimos a la Corte Suprema de los Estados Unidos de decretar la decisión que legalizó el aborto en todos los Estados Unidos en 1973 y produjo en la práctica el aborto legal hasta el nacimiento. ¿Cómo logramos esto? Es importante entender las tácticas manejadas, porque estas tácticas se vienen utilizando a través del mundo occidental, de una manera o de otra, con la intención de cambiar la ley del aborto.
Persuadimos a los medios de comunicación de que la causa a favor del aborto legal era una causa ilustrada liberal y sofisticada. Sabiendo que si se hubiese llevado a cabo una verdadera encuesta de opiniones, hubiésemos sido profundamente derrotados, simplemente fabricamos los resultados de encuestas falsas. Anunciamos a los medios de comunicación que habíamos realizado encuestas y que el 60% de los americanos estaba a favor del aborto legal. Esta es la táctica de la mentira que busca sus propios fines. Hay poca gente que le guste estar con la minoría.
Despertamos suficiente simpatía para vender nuestro programa del aborto legal, inventando el número de abortos ilegales que se hacían anualmente en los Estados Unidos. El número real se acercaba a los 100.000, pero el número que dimos a los medios de comunicación repetidamente fue de 1 millón. Repitiendo la gran mentira un número de veces suficiente, se convence al público. El número de mujeres que morían por abortos ilegales era entre 200 y 250 al año. La cifra que constantemente suministrábamos a los medios de comunicación era 10.000. Estas cifras falsas se arraigaron en las conciencias de los americanos de Estados Unidos…[6].

En suma, la propaganda no resiste el análisis de los datos puros –lo hemos visto–, no resiste el análisis ideológico (los criterios) y no cuenta ni siquiera con el beneficio de la honestidad intelectual de sus promotores.

El problema del tiempo: absurdos implicados en la posición pro abortista

Se dice corrientemente que el aborto es un derecho hasta las 12 semanas, pero la dura verdad es que no existe ningún cambio sustancial entre el día 89 y el día 90.
Si el aborto es legítimo “hasta los tres meses”, estaríamos diciendo que a las 23 horas y 59 minutos del día 89 podríamos comenzar a practicarlo. Ahora, si el aborto dura más de un minuto, entonces tendríamos que suspender la práctica porque… ¿Por qué? ¿Por qué ya hay persona? ¿Un minuto antes no?
Como se aprecia, esto es absurdo, irracional y criminal: evidentemente la práctica del aborto dura más de 60 segundos. Es fácil advertir el desquicio al que lleva esta mentalidad que los abortistas pretenden imponer en los medios de comunicación, la perversidad y locura de este procedimiento. No es menor apuntar –en esta glosa de arbitrariedades– que para un médico que atiende a una mujer embarazada es imposible ‘saber’ con exactitud el tiempo transcurrido desde la concepción. Sólo los progenitores lo pueden tener claro, los médicos ofrecen cantidades aproximadas. Pero poco importan estos “purismos” a los abortistas, enceguecidos por la búsqueda de la plena autodeterminación reproductiva.

“Que la Iglesia Católica no se meta”.

Hay otra muletilla a la que también hay que dedicarle un tiempo; la “intromisión” de la Iglesia, el Estado y la ley, “acusados” de imponer una determinada mentalidad al juzgar el aborto como una acción reprochable. En efecto, la doctrina católica enseña que el aborto provocado es un pecado mortal contra el Quinto Mandamiento, mientras que la ley señala –ver art. 86 del Código Penal– que el aborto es un delito.
Acá hay que explicar muchas cosas, porque de lo contrario vamos a ser confundidos y no nos podemos dar ese lujo. Que la Iglesia no se meta, ¿pero ellas sí se pueden meter?
Si la Iglesia Católica enseñó durante siglos la perversidad del aborto –como efectivamente lo hizo– y ahora cambia su doctrina, entonces ya no sería una institución divina sino un mero emprendimiento humano, voluble y acomodaticio.
La Iglesia “se mete” en la política y en la sociedad, dicen; y también “la iglesia bloquea éste derecho”. Ya sabemos que el aborto no es un derecho, pero si el aborto es un crimen contra el hombre y contra la humanidad, y si es verdad que la Iglesia se opone al aborto, entonces lo que ellos señalan como un déficit, como un defecto, en realidad es el mayor mérito de la Iglesia.

“Que el Estado no imponga una determinada mentalidad sobre el aborto”

Respecto del Estado, lo que en primer lugar hay que aclarar es que siempre emite un mensaje. Es decir, cuando el Estado condena algunas prácticas como el robo, el asesinato, la estafa, la violación, el aborto, emite un mensaje: lo que está diciendo es “esas prácticas son malas y serán castigadas las personas que las cometan”. E inversamente las prácticas contrarias son buenas, son el sostén de la sociedad. De manera tal que el asunto de fondo no es si el Estado emite un mensaje o no lo emite. No, el Estado siempre lo emite; en los países donde el aborto está legalizado, el Estado emite el mensaje de que el aborto es un derecho –aunque no lo sea–, asumiendo este contenido.
Entonces, el tema no es si el Estado emite un mensaje con sus leyes. El tema es si el mensaje que emiten es correcto o es incorrecto, es justo o es injusto.
Si los abortistas realmente estuviesen en contra –como dicen estar– de que el Estado emitiera un mensaje, entonces deberían predicar la abolición de todas las leyes. En los países donde el aborto es legal, ¿Usted cree que los abortistas dicen “el Estado no tiene que emitir un mensaje”? No, porque ahí el Estado emite el mensaje que ellos quieren.
Este doble manifiesta con claridad que no creen en nada, ni en los mismos argumentos que invocan. No se trata de un conjunto de ideas “a discutir”, se trata de un programa sistemático de objetivos cuyos propagandistas no tienen ningún escrúpulo en apelar argumentos falsos e incluso contradictorios. Ellos pueden invocar a cualquier cosa, nada los detiene, lo único que quieren es que se legalice el aborto: no les importa servirse de mentiras o verdades. Esto nos dice algo sobre la calidad moral de las personas que militan por esta causa.

La falsa misericordia abortista

Una batería de argumentos en torno al aborto gira sobre el asunto del feto defectuoso, la anencefalia, el aborto terapéutico, el aborto como práctica sanitaria, si está en peligro la vida de la madre, si el niño evidentemente es parte de la mujer, etc.
Jorge Selser, por ejemplo, médico y miembro del Partido Socialista sostuvo –en un debate público con la Lic. Mónica del Río[7]– que “Si fuera (el embrión) un ser independiente no necesitaría vivir durante nueve meses en el útero de la madre, la verdad que no es independiente…”. Entonces, concluye el sofista, dado que no puede vivir fuera del cuerpo de la mujer, la mujer tendría derecho sobre él. Son muchas las cosas que hay para decir. En primer lugar, algo palmario. Si es verdad que el feto no puede vivir fuera del cuerpo de la mujer, es porque vive dentro: entonces tiene vida, no es un mero “conjunto de células” ni un simple “tejido embrionario”. Si la mujer que lleva a ese feto es madre, entonces hay un hijo. Es increíble cómo las palabras traicionan a los abortistas: si hay madre evidentemente hay hijo, y si hay hijo es una persona. No todas las mujeres son madres, pero son madre cuando tienen un hijo. Es así de simple: cuando se habla de madre –o de mortandad materna–, no olvidemos que los mismos vocablos terminan siendo piedra de tropiezo para los apologistas del infanticidio. En segundo lugar, hay que decir que la expresión aborto terapéutico –difundida por “Colectiva Por el Derecho a Decidir”[8], entre otras entidades– es engañosa, dado que la terapia procura curar las enfermedades (y el niño por nacer no es un virus, estar embarazada no es un virus). Por último, llamar práctica sanitaria[9] al aborto es también un ariete de esta guerra de las palabras: el aborto provocado no tiene nada que ver con la salud.

Redondeando

Si leer estas barbaridades te indigna, es un buen signo. Pero con la indignación no basta, hay que pasar a la acción. Frente a la acción psicológica de la propaganda abortista, oponerle la palabra veraz es un deber. Eso es exactamente lo que debemos hacer. No basta quejarse y seguir como si nada. Se impone la obligación de hablar, de difundir lo bueno. Todos los días escuchamos los silbidos de estas balas. No se puede, no es honesto, mirar para otro lado. Tenemos todo lo necesario para librar el buen combate: la ciencia de nuestro lado, las argumentaciones correctas, la identificación de las causas pero, sobre todo, tenemos a Dios Nuestro Señor. Sin miedo a nada, y con el único temor de no combatir más, libremos decididamente esta batalla cultural: esta auténtica guerra semántica, cuyo territorio son los significados, los conceptos. La mente de las personas.
  

[1] Agradecemos la colaboración prestada por María Silvia Reale, Ivana Cejas y Julieta Gabriela Lardies (Red Federal de Familias–Misiones) para la confección de este artículo.
[2] Los detalles del caso, transcriptos por nosotros, se pueden leer aquí: http://www.notivida.org/boletines/1043_.html
[3] http://www.telesurtv.net/telesuragenda/El-aborto-como-derecho-20160810-0052.html
[4] Si no nos creen, linkeen: https://www.youtube.com/watch?v=oia0YA4uCNs. Fragmentos de las letras: “Todo esta bien si pierdes tu cabeza/Todo esta bien si lo logras hacer/Pero no pienses que todo el mundo/Te va a comprender”. Otra: “Éxtasis, lujuria y placer/Llevo marcadas en mi piel/Éxtasis, lujuria y placer...”. Otra: “Mejor seria estar mas allá del bien/mas allá del mal, mas allá...”. Otra: “En el infierno yo tengo un lugar/En el infierno prefiero estar/Ya ves, el infierno no puede esperar”. Y sigue “Nunca fui parte de esta estupidez/Y del rebaño lejos estaré/No me importa la redención/ni tampoco mi crucifixión/Por más que me quieran cambiar/eso nunca lo van a lograr”. La penúltima: “Ella tiene 15 años y va al colegio anti-punk/ella es todo mi amor/pero no puedo/Su religión no se lo permite/¿Qué hago, qué hago, quién soy?/¿Dónde lo haremos, dónde estoy?/Voy a tener que matar a su mamá”. Finalmente, “Nosotros somos un grito: ¡Violadores! ¡Violadores! ¡Violadores! ¡Violadores de ley! ¡de la ley!”.
[5] Información recabada por el boletín Notivida, a cargo de la Lic. Mónica del Río. Cfr. el boletín N° 958, del 30.12.2014.
[6] http://www.perudefiendelavida.com/?page_id=275
[7] https://www.youtube.com/watch?v=Hp0YdWSclxo
[8] http://www.colectiva-cr.com/node/96
[9] Es un término que aparece numerosas veces en el conocido y discutido fallo de la Corte Suprema, del 13 de marzo del año 2012. Cfr. http://centrodebioetica.org/2012/03/f-a-l-smedida-autosatisfactiva-abortos-no-punibles/

3 comentarios:

  1. Repugnancia me da la osadia de estas mujeres de acusar a la Iglesia de desaparecer gente cuando ellas son las que quieren hacer y hacen desaparecer niños y niñas por nacer.

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  2. Excelente artículo. Para argumentar. Muchas Gracias!

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