miércoles, 1 de noviembre de 2017

Acto de desagravio en la Catedral de Buenos Aires - Con ocasión de la conmemoración conjunta de la Reforma Protestante por parte de la Sede y la Federación Mundial Luterana

Acto de desagravio
en la Catedral de Buenos Aires

Con ocasión de la conmemoración conjunta de la Reforma Protestante por parte de la Sede y la Federación Mundial Luterana



Por Juan Carlos Monedero (h)

           Moría la tarde del 31 de octubre, víspera de la festividad de Todos los Santos, cuando un sólido grupo de católicos fieles se disponía a rezar el Rosario, bajo la convocatoria de la Liga de Defensa y Custodia de la Fe.

           Estaban en las escalinatas de la Catedral de la Ciudad de Buenos Aires, sobre Av. Rivadavia, a pocos pasos de la conocida Plaza de Mayo, cerca de la Casa Rosada y del Cabildo. Todo un lugar pleno de significados y símbolos religiosos, históricos y políticos. No se podía haber elegido mejor ubicación.

           Cerca de las 19 hs. las oraciones comenzaron a pronunciarse a viva voz. Y seguramente muchos de los presentes se sintieron espiritualmente hermanados con los católicos que –un par de días antes, en Bélgica– se habían manifestado contrarios a la celebración conjunta, rezando el Rosario dentro de la Catedral de Bruselas. El hecho terminó con el arresto de los fieles por parte de la policía[1], ante los complacientes ojos del Cardenal Jozef De Kesel, quien evidentemente aplaude la presencia y acción de los herejes al mismo tiempo que sólo tiene reservada la prisión para quienes se oponen a este confusionismo mental.

           Ayer, en las escalinatas, mientras uno de los jóvenes sostenía una preciosa imagen de Nuestra Señora de Fátima, el resto de los fieles convocados comenzaba a desgranar los Misterios Dolorosos: “Vamos a dar comienzo al Rosario de reparación por las heridas a la unidad de la Iglesia en quinientos años de Revolución Protestante, en reparación por sus diabólicos frutos…”. Entre ellos, “la multiplicación de las sectas, el alejamiento de tantos cristianos de tu Madre Santísima, Señor, y la privación de tu presencia real en la Eucaristía…”, toda vez que –como es sabido– desde el bando protestante se considera que las palabras del Señor (Esto es mi cuerpo, Esta es mi sangre) constituyen un modo meramente metafórico de hablar.



           Finalizado un misterio y a punto de empezar el siguiente, se leyó una concisa y significativa reflexión, que tenía por objeto alertar y denunciar acerca de la escandalosa conmemoración conjunta –por parte de la Santa Sede y la Federación Luterana Mundial– de los 500 años de la Reforma Protestante, a quien los organizadores del desagravio no temieron calificar como Revolución.

           Santiago, uno de los asistentes que conversó con este periodista, sentenció con exactitud: “Lo que está pasando en estos momentos es absurdo. Es como celebrar que te acaban de cortar un brazo”. En efecto, entre las penosas consecuencias de la Reforma se cuenta la descristianización de naciones enteras, antes sujetas a la Fe de la Iglesia. No fue la de Santiago una opinión aislada. Los otros fieles allí congregados coincidían en que esta celebración conjunta –materializada en un documento alumbrado ayer mismo[2]– no podía ser calificada sino de “declaración puramente diplomática”, “contraria a la verdad histórica”, “patética” por lo que dice pero sobre todo “por lo que calla”, y un antecedente que lejos de propiciar la auténtica unión entre los cristianos “establecería, como norma, lo contradictorio”.




           Las oraciones finales, posteriores a los Cinco Misterios, no se fueron con vueltas. Se pidió especialmente “por la conversión del Papa Francisco”, quien –según una lógica purgada tanto de falsas actitudes filiales como de acomodaticias omisiones– es el responsable y partícipe necesario de esta declaración conjunta.

           El Salve Regina, entonado a viva voz por los presentes, coronó el desagravio. Y los organizadores de Liga de Defensa y Custodia de la Fe –remedando el simbólico gesto del heresiarca Lutero, quien hace cinco siglos clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg, aquel 31 de octubre– pegaron sobre la puerta de la Catedral de Buenos Aires un texto de los Artículos del Credo.



            Así, se pretendió recordar a los jerarcas de la Iglesia Católica en Buenos Aires que no han sido elegidos para comportarse como mercaderes ni de la historia ni de las grandes verdades y dogmas sino que han sido designados por Dios –y “para siempre”– para formar parte del Sacerdocio de Jesucristo, “según el orden de Melquisedec”; deben ser los custodios de una Tradición que los supera; han sido predestinados como “mediadores entre Dios y los hombres”, comunicadores de lo invisible para quienes habitamos entre lo visible. Y su deber es combatir por este legado hasta el fin, hasta el último suspiro.




[2] Cfr. http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=30811

2 comentarios:

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    1. Sr., lamento haberme visto forzado a eliminar vuestro comentario. Juzgué que el mismo no reflejaba ninguna actitud útil a la presente situación, en la que un grupo de católicos expresa su rechazo a una conmemoración conjunta respecto de la Reforma Protestante. Si Usted ha recibido una buena formación, como lo espero, sabrá que la cantidad no es un buen parámetro para juzgar las acciones. Lo saludo en Cristo.

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